«Nuestro amor es de segunda»
me dijiste resignada al regresar
del viaje a Paris.
Por lo visto no habías fabricado
los recuerdos que necesitabas
para presumir en tus reuniones
dominicales.
Las del vermut.
A mí sin embargo me resultó
excitante correr detrás de ti
cuando enfadada paraste aquel
taxi y me amenazaste con
regresar a Madrid sin mí
pero con mi billete de avión.
Te reconozco que eso te lo valoro mucho.
Tu capacidad para transformar
cualquier situación anodina
en la más extrema.
¿Te imaginas que hubiera hecho
de haberte ido de verdad?
Tú llevabas el dinero.
Tú tenías los pasaportes.
Tú sabías hablar francés.
Me habrías reducido hasta
convertirme de nuevo en niño.
¿No es para adorarte?
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