domingo, 27 de marzo de 2022

resucitar en el paredón.


 


Se alojaron en mi cerebro

con el pretexto de que pertenecía a su nido.

Tenían la razón y además

sabían dármela.

Estaba del lado de los buenos.

Encendí le mecha

y estalló la bomba.


Yo amaba a mi pareja,

ella me besaba antes de dormir.

Aún así quería morir.

Lo único que me importaba 

era que Dios me esnifara.

Necesitaba ser su droga.

 

Todo lo que logré fue 

no acertar con la colada.

Me resultaba difícil separar

la ropa de color de la blanca.


Tuve que ir a desintoxicación.

Por mi bien — me aseguraron —

si no distinguía los colores

era porque había 

tomado más suavizante

del que me aconsejaban los míos.


Estuve vomitando más de cien años.

Solo así se compadecieron de mí

y me llevaron al médico:

«Este hombre se muere.

Ni ha entendido, ni ha hecho por entender»

—dijo el matasanos.


Mi pareja me visitó en el quirófano.

«Sé que te contamino pero te amo»


La miré con la vida que me quedaba

y le pedí un beso.

Antes de dármelo me habló 

de nuestros veranos y la desnudez.


Tuve una erección y cerré los ojos.


Luego resucité y me acribillaron a balazos. 





domingo, 20 de marzo de 2022

Filosofía y tontos...








 Le dijeron que Aristóteles había dicho:

˜El hombre que está solo

o es un dios o una bestia”


Luego le dictaron que Dios

solo había uno

y se confundió.


Comenzó a matar 

buscando su identidad.


Por cada cien “cienes” de víctimas

su mujer paría un hijo.


Todo estaba bien

—agradecía a Aristóteles

sacrificando a la hija del enemigo

en la columna.


Después llegó la Ilustración

y aprendió a pensar hasta el más idiota.


¡Ahora vas y encuentras las siete diferencias!


martes, 8 de marzo de 2022

va de hostias...


 

En el patio de recreo

el abusón repetidor

roba el bocadillo 

al niño con gafas.


Nadie se atreve a evitarlo.


«Normal —dice la abuela ciega —,

es mejor que pierda uno

a que reciban hostias todos».


Uno de los amigos del “gafas”

propone un plan:

«Por cada hostia que dé el abusón

nosotros podemos darle diez»


Todos asienten…

las matemáticas no mienten. 


«Tened en cuenta que 

los números se cuentan —

dice la abuela ciega —, 

 y las hostias se reciben».


En el patio de recreo

el abusón repetidor

vuelve a robar el bocadillo

al niño con gafas.


El resto de alumnos

esperan a que “el gafas”

haga algo inesperado

y que el abusón aprenda la lección.


«Perdéis el tiempo…

—dice la abuela ciega —, 

la memoria no alcanza 

más allá de cien años».


Y luego va la vieja y se muere mientras duerme.


¡Hay que tener mala hostia!