miércoles, 23 de julio de 2014

la migraña


Así que después de ti había esto.

Supongo que te tocó ser tempestad.
Nubes cargadas de riadas, de truenos 
y de ramblas.
Ya lo siento...
Quería otra cosa para ti.

¿Te utilizó el destino para enseñarme algo?
¿Existes ahora que ya te has ido?

Me hubiera gustado acabar mi colección 
de momentos a tu lado.
Compartir tumba mientras vivíamos 
y horizonte una vez muertos.

Ahora somos agua sobre agua.
Negro en la sombra.
Rojo en la mirada de un perro.

Fotografía: Javier Casino
Tú eras radioactiva y yo 
propenso al cáncer.
Qué lástima que ninguno de los dos
supiera desentenderse de lo que somos
para haber llegado mejor al otro.

No me resigno...
me haré budista para buscarte
en mi nueva vida.
Lo que fuera que salió mal en esta
lo voy a resolver antes de mi próximo viaje.

Es lo menos que me merezco.
Es lo menos que necesito pensar.
Solo así evito la visita
de la obstinada migraña que me aturde.
Del estribillo siniestro que me repite
que cuanto sé de la vida
deja claro que no suele ofrecer
segundas oportunidades 
en asuntos de amor.

No veo otra salida.

El Dios de allá arriba,
que con tanta astucia crearon los hombres,
no entiende nada de lo que hemos hecho,
y por lo tanto,
no tiene intención de ayudarnos

por ahora.

miércoles, 16 de julio de 2014

la sirena de mi desierto inundado.

(Para P)

Quise embarcar en el mar de mi atolondramiento.
Estaba preparado, lo tenía todo:
tenía el bote con carcoma y el viento en contra.
Mi miedo perenne al agua y a la soledad violenta.

Recé a mi padre el pirata
y le pedí que me guiara
a las aguas más profundas.
No quiso saber de mí.
Allí solo encontrarás océano...
Y tú buscas islas que te rescaten.
me pareció que dijo borracho de ron.

Pero los náufragos sabemos lo que buscamos.
La orfandad del desahucio de la casa de la esperanza
fabrica fantasmas con forma de mujer:
Sirenas.

Y la encontré.

Tenía nombre de ángel y caricias.
De vírgen desobediente y bella
que ningún hombre podrá jamás reproducir.

Lo auténtico no se deja pintar, ni esculpir...
Lo auténtico pasa por la vía solo.
Bautizando alguna vez con su genio
a algún afortunado despistado que se cruza en su camino.
Y dándole el beso, de la amnesia y la adicción,
lo redime de su sufrimiento
dejando así la huella de Dios en todo esto.

Me atreví a robarle un beso.
Y por cada una de mis lágrimas de agradecimiento
me regaló cien más.

No aceptaba mi gratitud...
El regalo de la vida eterna
Me lo daba porque quería

¿Y qué hay de ti? le pregunté.
Pero guardó su respuesta para su alcoba.
Para su preciado jardín secreto
que tan olvidado tienen las mujeres de la tierra.
Me sonrío y se mostró tal y como es:
desnuda para mis ojos desatendidos 
y esclavizados a no ver más allá 
de lo que me atrevo a comprender.

Luego me devolvió a puerto.
Decía que mis pasos necesitaban del suelo
para llegar a donde algún día llegaré.

De alguna manera sabía más de mí que yo.
De alguna manera me hizo

el hombre más rico del mundo.

miércoles, 2 de julio de 2014

¿Misógino?


Fotografía: Sonia Hidalgo

El tabaco me despierta el deseo de escribir.
Cada calada parece conocer bien el pasillo 
que une la celda de la apatía con el balcón de mi creatividad.
Claro que el precio puede ser la salud.

Igual me sucede con algunas mujeres.
Tenerlas a mi lado me convierte en un tipo lleno de vida.
Despertarme tras una dura noche de sueño
y contemplar sus ojos extrañados, por haberme elegido a mí 
para compartir sus minutos y desperdiciar sus dones,
es suficiente adrenalina para llenar varias páginas de palabras
que cuenten alguna historia.
Claro que el precio también puede ser la salud.

Podría parecer misógino. 
Pero entonces verifico en el diccionario de la RAE la definición de tal cosa:
Adj. Que odia a las mujeres, manifiesta aversión hacia ellas o rehuye su trato.

Y como no suelo fiarme de mi opinión sobre mí mismo les pregunto:

–¿Crees que te odio?

Y suelen responderme:

–Te odias a ti mismo.

–No es eso lo que te he preguntado –les digo… 

Y entonces las odio por hacerme pensar.
Siento aversión hacia ellas por cuestionarme y quedarse tan anchas.
Y rehuyo su trato para no ser víctima de más "perlas emocionales"




la indirecta...



Vamos a ver –quiso aclarar él… –
estoy de acuerdo con que a la hora de comprar una sandía
uno se arriesga a que luego no esté buena… 
que esté verde todavía… o pasada… pero 
¿qué tiene que ver eso con la pregunta que te acabo de hacer de si me quieres?