domingo, 26 de noviembre de 2017

fueron novias... y por lo tanto yo fui novio...




Tuve una novia que veía monstruos de juguete
asomándose por mi espalda cada vez que le decía de follar.
Yo tenía claro que eran invenciones de su cabeza infantil.
Aún así debía de andarme con cuidado.
Un monstruo es un monstruo para quien lo ve.
Y no estaban los tiempos como para 
desperdiciar polvos por puntos de vista diferentes.

Así que le decía... «¿qué tal si hacemos el amor?»
A lo que respondía... «sí, vale... pero yo arriba...
que así los aplastas»

***

La última vez que trabajé mucho me salieron ampollas en las manos.
Mientras habitaron allí mi novia de aquellas me pidió que no la acariciara.
Por lo visto sentía que la estaba arañando.
Yo traté de explicarle que esas ampollas
eran el resultado de trabajar para comprarle las dosis de cocaína
que requería para ser feliz.
A lo que me respondió:

«Acaso te crees tan importante como para considerarte
el proveedor de mi felicidad?»

«Sinceramente... podía haber utilizado otra palabra: ¿Proveedor?»
le dije a mi psicóloga 
«Proveedor me suena a que me está usando»

Mi psicóloga me miró a los ojos.
«Tienes toda la razón... debería haber usado "camello"»

Ni qué decir tiene que desde ese día
solo veo a mi psicóloga en su perfil de Facebook.

***

«Al final van a conseguir que me ponga a leer»
dijo insatisfecha con el último programa de Telecinco
que tanto le gustaba por lo general.

***

Practicaba lo que llamaba libertad sexual.
Un día lo practiqué yo también.
Así que empezó a hablarme de no sé que hostias
de convivencia y reglas. 











martes, 21 de noviembre de 2017

el juego del escondite.



No me gusta el juego del escondite.
He perdido a muchas mujeres
por no saber encontrarlas.

Al principio parecía divertido,
luego la cosa se iba complicando
y al final no cabía más conclusión
que la de que ellas se habían despeñado
por un acantilado del que no se distinguía
fondo alguno. 

Luego, pasado el tiempo
las volvía a encontrar paseando 
por la avenida principal de la ciudad
abrazadas a otros tipos.
Algunos se parecían a mí 
aunque otros eran completamente 
distintos.

Un día tomé el valor para 
pararme a hablar con una de esas parejas.
Quería preguntarle a él donde la había encontrado.
Yo había buscado en cada rincón del bosque,
en cada gruta o socavón. 
Incluso me había enfrentado a algún
que otro animal salvaje por haber invadido
su territorio. 

«Tengo cicatrices y todo» le maticé.

Y el tipo, muy cortes por cierto, me contestó:

«Deberías haberla buscado en mi cama. 
Es el primer lugar donde hay que buscar 
 a tu pareja en el juego del escondite,
pero estabas demasiado enamorado como para saberlo»




domingo, 12 de noviembre de 2017

idas y venidas



Cárcel,
besos,
esperanzas,
traumas.

Vírgenes,
verdugos,
cancer,
diazepan.

Se van como vienen
y cuando no llegan
pesan como si llevaran
mucho tiempo 
pisando el corazón.

Ni el tuyo
ni el mío.
Los de los que nos 
criaron y no podemos
corregir.

Tiene gracia la cosa.

No somos ni siquiera la mitad
de otras mitades.

Nos resignamos a ser la parte que no comprendimos de otros
mientras la siguiente generación aprende gateando
a llegar a donde no queremos estar.

¡Que suerte que la sonrisa siga 
conquistando al resentimiento!





otra de tantas guerras civiles...




Por un momento he estado a punto de agarrarlo.

El pájaro sabio del amor ha revoloteado en el árbol
bajo el que nos estábamos cobijando.

Menudo calor hace en esta cama ¿verdad princesa?

¡Que mierda que mi oído de músico 
escuche como van cayendo las escamas 
de tu disfraz de sirena!
 
¡Que mierda ver como el hechizo se desvanece
y va dejando desnudo al amor verdadero!

Se me olvidó preguntarte cuando te conocí
si estabas preparada para esto.
Tampoco me lo preguntaste tú.
Es lo que tiene el enamoramiento diría un biólogo:
Te embauca para reproducir tus genes.





¿Qué pintamos entonces los poetas, princesa?
¿Qué falta hacemos si la naturaleza tiene claro 
los principios y los finales?

No creas que no conozco tu cajón secreto.
Y sé de sobras que evitas mirarme a los ojos 
cuando pasa a nuestro lado alguna desconocida. 
Los dos aprendimos bien las lecciones 
de nuestros abuelos.

A fin de cuentas ellos eran tan sabios como el pájaro del amor.
Sufrieron una guerra civil.

¿Qué hay más parecido a la convivencia?


viernes, 10 de noviembre de 2017

los próximos zapatos...


¿De qué te espantas?
¿Es que no prestaste atención 
a la clase de historia?
¿No tienes televisión?
¿Nunca has encontrado un diario
olvidado en un banco del parque?

Si los lobos supieran escribir
¿no te habrían contado su historia
de la misma forma?



Todo está justificado
según el interés del que haya 
salido ileso de la última guerra.
No hay más animal que la naturaleza
ni más identidad que el hambre
de cada especie.

Hambre y la búsqueda de un suelo confortable 
donde reposar hasta el desayuno.

Todo lo demás: etiquetas.
Etiquetas que los que saben hablar
de todo sin decir nada
han colgado de los próximos zapatos
que quieran venderte. 

Suerte.

jueves, 9 de noviembre de 2017

globos, regalos y desaciertos...




Esta mañana un tipo disfrazado de payaso me ha ofrecido un globo.
He mirado a mi alrededor. No iba con ningún niño. ¿Por qué me daba el globo?

«Es para el niño que llevas dentro» me ha dicho.

He comprendido su confusión. Mi madre me lo ha repetido cientos de veces.

«Péinate. Cualquiera diría que sigues teniendo seis años» 

He rechazado el regalo.

«El niño que llevo dentro no acepta obsequios de desconocidos.
Los tiempos que corren no dan muchas garantías de que 
por aceptar tu globo no vayas a creer 
que te estoy dando derecho 
a obtener algo a cambio»

Me gustaría decir que he podido averiguar lo que pensaba el tipo disfrazado de payaso 
tras mi respuesta pero la máscara me lo impedía. 
Supongo que él si ha notado por mi expresión 
que yo esperaba una reacción suya. Y me la ha dado:

«Tío... ¿eres gilipollas? Te estoy dando un globo para alegrarte el día... no hacía falta
que mezcles mi generoso gesto con la mierda que estás pensando».

«Bueno... no te enfades... simplemente tengo mis traumas supongo... no es nada personal»

«Entonces acepta el globo...» me ha dicho «Será tu gesto de paz».

El disfraz no estaba muy logrado. Los pantalones estaban bastante sucios.
Llámame loco pero un hombre disfrazado de payaso con los pantalones sucios
no mola. 

«Mira... te agradezco tu interés en alegrarme el día pero estás provocando el efecto
totalmente contrario. Me estás incomodando».

«Ohhh ¿estoy incomodando al señor? lo lamento de veras...» ha comenzado a gritar
sobreactuando para que toda la gente que pasaba lo escuchara.

«Está bien, cabronazo, dame el puto globo» he susurrado apretando los dientes y cogiéndolo
del brazo.

El tío me lo ha dado. Creo que sonreía. Supongo que se daba por ganador.
Cuando he tenido el globo en mi mano lo he reventado con las uñas. 

«Dame otro» le he pedido antes de que pudiera decir nada «este estaba defectuoso»

«No tío... eres mala persona... ¡yo solo quería alegrarte el día!»

«¡De eso nada! ¿Por qué cojones iba a alegrarme el día una mierda de globo?»

«A todo el mundo le alegra que le regalen algo...» decía medio sollozando.

Entonces me he quedado mirándolo y me he sentido triste. 

Aquel tipo disfrazado de payaso era mi viva imagen.

Era yo.

Yo cada vez que he hecho un regalo a cualquiera
de las mujeres que han dicho quererme. 




lunes, 6 de noviembre de 2017

lo que de verdad importa


He soñado que acudías a la iglesia 
corriendo semidesnuda e implorando
que me perdonaran por adorar al diablo.
Que no me arrojaran a la hoguera.

Me ha enternecido verte de rodillas
ante el párroco más viejo.
Estabas bella. Sudada. Esbelta.
Y tan asustada como airada.
Igual que cuando huyes de ti.
Una mezcla perfecta para que 
yo siga queriéndote a mi lado 
cada día de mi vida. 

Eso mismo le he dicho al cura:

«No hay otra razón para que
adore al diablo. Quiero que no 
se distraiga con más tentación
que la mía y me resulta incómodo
hablar de hambres humanas a su Dios».

El párroco te ha acariciado la nuca 
y tú le has mirado a los ojos suplicante.
He sentido celos. El diablo no estaba haciendo bien 
la parte de su trato. 
Me estaba fallando.
Toda la gracia que hay en ti
debería dármela solo a mí. 

«Caballero... no debe preocuparse»
ha dicho otro sacerdote más joven
«Usted ha pecado pero es comprensible.
Ella es tan bella...» y luego se ha acercado
a ti.

Tú permanecías despeinada y 
con los ojos en lágrimas, de rodillas
y escoltada por los dos religiosos. 
Algo me advertía de que lo peor 
de mi castigo no iba a ser la hoguera.

«Tengo dinero para arreglar el campanario»
les he confesado desesperado intentando el soborno.

«Dinero tenemos de sobra» me han respondido
al unísono «Mujeres así y creyentes no tantas...»

«¡Claro que sí!» he protestado «La iglesia está llena 
todos los domingos de beatas»

Y el párroco más viejo, acariciando 
tus labios con la yema de su dedo índice ha matizado:

«No he utilizado una preposición sino una conjunción, hermano perdido»

Me he despertado empapado en sudor.

A fin de cuentas no es para menos.

¡¿Cómo he podido pasar por alto esa diferencia?!


domingo, 5 de noviembre de 2017

meando




Cosas de esas que llaman de la vida
me veo ante la puerta de mis miedos
meando.

Escribiría más pero ¿para qué? 
si total...
ella no me va a leer

miércoles, 1 de noviembre de 2017

sin apetito.

No tengo hambre.
Son las dos de la tarde y no tengo hambre.
Luego la tendré.
A la hora de la siesta.
Y querré dormir pero no me quedará más remedio
que cocinarme algo. 
Un poco de panceta y pan serán suficientes.
La mierda es que a las cinco he quedado contigo
y por el tono de tu voz al teléfono 
me da que querrás echar un polvo.
Y a mí me quedará una siesta por dormir.
Joder, no sé cómo lo haré... 
Estoy seguro de que no podré engañarte
con lo de vamos a abrazarnos y a sentir 
nuestro calor.
Ya lo hice el domingo pasado
y al segundo ronquido me despertaste
y me echaste de tu casa.


No te guardo rencor. 
Yo no lo hubiera hecho pero entiendo
que te sintieras ofendida.
Estás demasiado buena como para que un tipo
corriente como yo te use de almohada. 
No sé por qué narices los domingos
se me desmonta todo.
Tal vez tenga más parte de dios que de hombre
y por eso tenga tantas ganas de descansar.

«¡Es miércoles idiota!» te escucho gritar 
desde la cama «¡y la panceta te la has comido
para almorzar. Por eso no tienes hambre!»

(No sé cómo explicar a esta mujer que me resulta
difícil inspirarme si me interrumpe con la realidad
cada vez que recito en voz alta lo escrito)