jueves, 22 de agosto de 2013

dudar del amor que hace dudar.



¿Cómo se te ocurre hacerme dudar de tu amor?

¿No ves que tengo los pies cansados de buscar algo verdadero?

Esto nos pasará factura. Medrará en mi la inseguridad

de si soy o no suficientemente grande para ti.

Vale, ha sido una broma dices...

Pero lo que habita entre tus piernas no parece estar de risas.

No va a ser fácil que entre ahí abajo

si no pones un poco de tu parte. 

¿Cuánto tiempo llevabas planeando esto?

¿Qué es lo que encuentras tan divertido?

Anoche yo también tuve insomnio.

Y no estabas durmiendo a mi lado.

Me dio miedo seguir el rastro de luz 

que surgía del fondo del pasillo.

Sentía vergüenza por dudar de todo.

Y te esperé para confesarte mi falta de confianza.

Aunque me quedé dormido antes de tu regreso.

Esta mañana volvías a lucir tu cuerpo desnudo

enredado entre las sábanas esas que decidimos usar solo nosotros.

Parecías tan feliz como antes de conocerme.

No quiero ir de víctima, sé que lo parezco,

y supongo que lo soy...

Soy la víctima que la incertidumbre arroja

al barranco de los hombres que teniéndolo todo

no saben hacer nada.




viernes, 9 de agosto de 2013

las aves rapaces y mi novia.

    


Fotografía: Adictos.mobi
Acabábamos de ver una demostración de cetrería y vuelos acrobáticos de aves que el hombre ha conseguido domesticar para demostrar una vez más su supremacía animal. Salíamos del recinto mi novia y yo cuando descubrimos que, en un aparte, se podían contemplar los bichos alados, sin miedo a ser picoteado, ya que estaban amarrados de una pata a una madera clavada en el suelo. Madera esta, supongo yo, que no era sino la analogía de que por muchas alas que tengas lo mejor es tener los pies en la tierra. Así lo dicta la razón de los hombres y así han de entenderlo todas las criaturas de la tierra.

    Recriminé este empecinamiento humano por pretender dominarlo todo y trasmitir ese miedo a la libertad a todas las especies cuando tropezamos con una de las cuidadoras... Mi novia, que no se pierde una oportunidad de ponerme contra las cuerdas le espetó a la cuidadora:

- Mi novio dice que, aunque van de que cuidan a los animales en el fondo los someten al dominio humano... que si tanto los aman ¿por qué están atados al suelo?
- Bueno... – dijo la cuidadora... – es un error muy común de la gente que no sabe de animales terminar humanizándolos... Pero un animal no siente de la misma manera que un ser humano. Si los soltáramos se atacarían entre ellos.
- Ya bueno... – dije yo... que ya que había sido puesto en evidencia por mi chica no me quedaba más remedio que defender mis argumentos... – Pero si no los hubieran cogido no estarían cerca los unos de los otros y no se atacarían en el caso de que los soltaran...
- Ya bueno... pero muchos de ellos los hemos rescatado heridos en las montañas... y los hemos curado...
- ¿Y ahora deben pagar el favor actuando para el público?

    Mi novia me miró divertida. La cuidadora me miró con cierta mala leche... y me dijo:

- Si no los hubiéramos curado estarían muertos...
- ¿Y no es ese el ciclo de la naturaleza? ¿No es el hombre el único ser que se esfuerza en desafiar a la muerte?
- Bueno... pero nosotros les evitamos que sufran y les damos una nueva oportunidad...
- Pues señora mía... solo me queda decirle que es un error muy común de la gente que cree saber todo sobre los animales terminar humanizándolos... Y si tener atada a un árbol a un ave salvaje porque a fin de cuentas así durará más tiempo entre los vivos no es un sentimiento humano ya me dirá que es... Durar aunque sea aburrido es mejor que disfrutar aunque sea poco. Así funciona la mayoría de la gente...

    La cuidadora se extendió entonces en datos técnicos de las aves y cosas de su comportamiento como si hubiera hablado directamente con algún búho y pudiera tener la certeza de todo lo que me contaba.  Me cuesta creer que podamos saber con seguridad lo que siente un animal cuando a mí me cuesta entenderme a mí mismo. 

    Mi novia me miró invitándome a cortar con aquella charla rapidito. Yo miré a las aves rapaces atadas a aquellos palos y sus patitas frágiles y sujetas por aquellos grilletes. 

    Luego pensé en mi novia. Tal vez había cometido ese error común que comete la gente que no sabe de animales y la había humanizado demasiado. A fin de cuentas cada día se parecía menos a la chica salvaje que me había enamorado.