Las uñas rojas trajeron la lluvia.
Por alguna razón
el diablo se apiadó de una madre
y Dios miró para otro lado.
Quedaron indultados los tres:
el hereje, la enfermera
y el padre que no supo hacerlo bien.
En otra parte,
lejos de un latido irregular,
un niño se abstenía de dar su opinión.
Demasiados miedos —aclaró la psicóloga.
Falta de carácter —añadió el párroco.
No tiene importancia
—corearon al unísono los abuelos.
¡Tantas señales en la autopista!
Nada confunde tanto como
lo que te limita apelando a tu salud.
Ni vivir es durar
ni existir se parece a ningún viaje.
Crees entender lo que te explican
y dudas de lo que ya sabías
antes de que tu primera masturbación
se acordara de ti.
Quizá por eso se repetían las uñas rojas.
Quizá el universo no sabía hacerlo de otra manera.
Diez dedos en las manos y otros diez en los pies.
20 uñas rojas en total señalándome.
20 años de gratitud para cada una de ellas.
20 minutos de espera para el próximo metro.
La vida es subterránea.
Las caricias de una mujer
saben a túnel de lombriz desorientada.
Quieren llegar a alguna parte, sí...
pero solo te llevarán allá donde
la tierra te sepulte.
¿Por qué sino iban a elegir un color coral
para pintarse las uñas de sus dedos
con el rojo de toda la vida?
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