Se lo han montado bien.
Los hijos de puta aprendieron
a dividir antes de que tú sumaras.
Colores, sexos, creencias, fronteras…
¿quién no caería en la trampa?
Es fácil hacerlo.
Los hijos de puta se preocupan por ti.
Te necesitan para sobrevivir.
De vez en cuando te recuerdan
lo importante que eres
llamando a tu madre o tu padre
para felicitarles por su trabajo.
Luego, a través de tus pesadillas
se encargan de cobrarte
el recibo de tu próxima receta.
A fin de cuentas quieres seguir vivo
y eso requiere de medicinas.
Los hijos de puta hacen guardia
para que su escuadrón siempre esté alerta.
Nunca habrá guerra
mientras tu enemigo esté convencido
de que sus armas son peores que las tuyas.
No se ofenden porque los llames hijos de puta.
No entienden de grises ni blancos ni negros.
¿Para qué extremos o medias tintas?
Lo importante es que a ti
te preocupe ensuciarte.
Una vez quise ser un hijo de puta
y el muy hijo de puta que sellaba mi solicitud
me habló de no se qué cuentos
sobre el Karma…