viernes, 24 de diciembre de 2021

las luces de navidad


 

Puse luces al árbol de Navidad

y el vecino de enfrente se asomó al balcón.

Estaba casi desnudo

y lo acompañaba su perro de 15 años.

No tuve claro si recordaba su infancia

o maldecía a sus padres 

pero comenzó a orinar a la calle

desde su quinto piso.

No salpicó más que el borracho sus zapatos

cuando mea apuntando a la farola.


Yo apagué la estufa de butano y me fui a la cama.


A la media hora golpearon mi puerta.

Mi pareja me preguntó si había tenido una pesadilla.

«No —susurré —, creo que se trata 

de otra dosis de realismo».

Ella volvió a dormirse

 como si nunca hubiera estado despierta.

Yo recorrí el largo pasillo hasta llegar a la puerta. 


¿Abrir o no abrir?

Esa era la cuestión.

Abrí (no puedo resistirme a lo que pueda pasar).


Mi vecino, en calzoncillos,

me increpaba por iluminar la noche.

«¿No crees que si Dios hubiera querido luz en la oscuridad

hubiera creado dos soles?» 


«¿Donde está tu perro?»

—se me ocurrió preguntarle por no saber qué responder.


Por lo visto la policía se lo había llevado a la perrera.

Era un mal ejemplo para su dueño —le habían dicho.


¡Jodido perro viejo! —pensé.

La que has liado para que yo 

me esfuerce en comprender a tu amo. 




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