domingo, 17 de septiembre de 2023

la serpiente no pudo estar más de acuerdo.


Nunca llegó a tiempo.

Tras su búsqueda del antídoto,

la princesa moría al segundo mordisco.


No encontraron a la serpiente.


Se habló de política

y de razones varias que cerraron

prósperas minas de oro.


Los pocos que se interesaron por la riqueza

enterraron el alfabeto y sus combinaciones

en los túneles del metro.

Luego estaba lo de encontrar a la serpiente.


Todo se torció a la hora de la siesta.


Los médicos aprovecharon 

para perseguir monedas

y dejaron que las farmacéuticas 

repartieran cromos en el recreo. 


De vez en cuando una postal

equivalía a cien cartas en el móvil.


A esas alturas la serpiente era insignificante.


Que ganar no era la respuesta

—adujo una niña entregando sus cromos.

Que prefería jugar a los médicos —

alegó el chico en el callejón.


Los jueces dictaminaron

que a partir del primer mordisco

todo bocado sabía igual. 


La serpiente no pudo estar más de acuerdo. 


 

entre mierdas y rejas


 


Rezó borracho antes de caer dormido

y los ángeles lo visitaron para sujetarle la cabeza.

Que Dios estaba algo confundido 

sobre lo que estaba bien y estaba mal

—le explicaron aguantando las arcadas

por el olor de su vómito. 


Despertó limpio y sin resaca

al lado de la mujer más bella del corral.

Entre mierdas y rejas decidieron

que la mejor idea para ser felices

 era adoptar un perro. 


Lo llamaron “Satán”.

Con ese nombre nunca estropearía 

ningún cumpleaños —pensaron.


Luego diluvió y los periódicos

no los tuvieron en cuenta.

Que era cosa de todos

pero sobre todo de los demás 

—titulaban en portada.


Ella y él se volvieron ellos

y un poco más tarde él fue más otro 

y ella escogió la lectura de Antonio Gala.


Tuvieron suerte.

 

Dios llegó a una conclusión. 

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jueves, 13 de julio de 2023

¿Fin?


 

Escribió su testamento en aquella curva.

Recogieron sus restos en el bar.

Se lamentaron de él en otras camas

y nadie averiguó la contraseña de su portátil.


Cavó más de cien túneles.

Se ahogaba rápido en la superficie.

Buscaba la mejor arena en los desiertos

y con cada trago tiraba por el váter otro poema.


La hora de lo que fuera le llegó tarde;

y lo que le esperara a su lado ni estaba.

Confundió el amor con las rebajas del Corte Inglés

y nunca olvidó la magia del concierto de Willy DeVille.


Que estaba por estar —le consoló Cloto.

¡Aguanta, que merece la pena! —le animó Láquesis.

¡Vete tú a saber para qué…! —lo jodió Átropos.

Luego el río escribió un poema a un tal Manrique.


Sigue… pero echa de menos haber estado.

Macbeth y Porcia continúan sudando sus sábanas.

Sobre todo cuando el metro va lleno

o conduce su coche hacia una rotonda. 


¿Fin?