Nació en Agosto y para limpiarla
la envolvieron con su calor,
sus calles de capital desiertas
y la siesta bajo la sombra del
árbol que desafía la tierra árida.
Ahora dice que le gusta mi compañía.
Mis inviernos de alfombra y chimenea,
de noches largas y farolas sin murciélagos.
Y a mí me parece bien.
A fin de cuentas nací en Julio,
un mes maldito si querías
llevar caramelos al colegio
para celebrar tu cumpleaños.
Ya era hora de que el Universo
me diera su bendición…