domingo, 19 de julio de 2015

aburrimiento

Imagen extraída de www.elandroidelibre.com


A veces vale la pena irse.
Cuando las bocas bostezan.
Cuando escuchas frases que ni siquiera
 arañan tu corteza cerebral.
Es mejor no esperar a que suceda algo.

Eso se sabe desde el principio.
Pero el miedo a estar solo
 juega contigo a perder el tiempo.

Un libro, una película, una buena botella
cualquier cosa antes que seguir soportando
la garúa de palabras anodinas. 
Cambiar de lugar sin tener
que dar explicaciones
a la chica o al tipo de al lado.

Que pesada se hace la humanidad
cuando practica la compañía de plástico.
Cuando el ángelus de sus vidas ordinarias
ocupa las primeras páginas de sus peroratas.
Cuando su imaginación se recuesta
en un colchón de paja a esperar 
que la inteligencia y el entusiasmo vengan
a rescatarla.

Nunca pensé que escribiría esto.
Que la sola presencia de gente como yo
pudiera estrujarme el alma
hasta hacerme preocupar por mi salud mental.

La corriente de aire marino
que va a acariciar mi cama en cuanto acabe este sermón
de domingo de resaca
va a resultar ser más útil a mi felicidad
que cualquier abrazo o charla
buscados por necesidad.

Se acabó esperar…
se acabaron las decepciones.
Es hora de valorar el silencio
que se empeña en vivir a mi lado.