miércoles, 25 de octubre de 2017

si amas a alguien no puedes dejar que sufra.



Dijo que se iba y se fue.

La podía ver desde la ventana.
En realidad no se había ido muy lejos.
Para mí mejor. Yo la quería.
Fui al armario y me puse unos pantalones,
una camisa y unos zapatos.
Bajé a buscarla.

Si amas a alguien no puedes dejar
que sufra esperando si vas a ir a buscarlo o no.

Pero no estaba. 

En su lugar había un pequeño brote
de una planta salvaje de esas que crecen
entre los ladrillos y el cemento.
Oteé mi alrededor. Ni rastro.
Entonces sonó mi móvil.
Era ella. 
Descolgué. Y colgó. 
Marqué su número. 

Si amas a alguien no puedes dejar
que sufra esperando si vas a llamarlo o no.

No me lo cogió. 

Regresé a mi casa. Cerré la ventana y me acosté
sobre las sábanas que todavía la recordaban al detalle.

Pasaron dos semanas y recibí una carta.
Supe que era suya. 
«Me he ido» era todo lo que decía.

¡Joder! ¡joder! y ¡joder! 
¡Por mucho que la quisiera!
¡Por mucho que la amara!
no me quedaba
más remedio que hacerla sufrir
 esperando mi respuesta.

No había remite.


domingo, 22 de octubre de 2017

casualidades



El agua del mar moja tus tobillos.
Caminas por la orilla pensando en qué sabe quién.
Te vuelves hacia mí y sonríes.
Tal vez sea la mala suerte que acompaña 
a mis casualidades
pero un golpe de viento me provoca 
un escalofrío y la ceniza de mi cigarro 
se cae sobre mi muslo quemándome. 

Aún así te devuelvo la sonrisa.

Total... es una buena inversión.

Sé de sobras que mientras tú me creas feliz
seguirás fingiendo que lo eres.







domingo, 8 de octubre de 2017

el libro de promesas


No paraba de repetirme que buscaba su libro de promesas.
Nunca la había escuchado hablar de él.
Empujado por la curiosidad le pedí que me lo describiera
para ayudarla y encontrarlo.

«No puedes verlo... es algo muy privado»

«¿No es una especie de Biblia o algo así?

«No, no... para nada»

«Una especie de diario?» pregunté más intrigado aún.

«Es un libro de promesas... ¿qué tiene eso que ver con un diario?»

«Y entonces... ¿por qué no quieres que lo vea yo?
¿Te da miedo que descubra que no cumples lo que prometes?»

«Para nada...» —me respondió resuelta
«Me preocupa que descubras todo lo que me has decepcionado»

mi abuelo, los gatillazos y mi vecina ingresada.


Hoy se han llevado a una de mis vecinas.

Parece ser que está empeñada en que 
en la pared de su dormitorio 
hay un cadáver emparedado.

No me sorprende que nadie se haya molestado
en tirar el tabique.
Y es que cuando le preguntaron
que en qué se basaba para pensar tal cosa
su argumento no fue convincente.

Es todo lo que sé.
El tío de la ambulancia no ha querido 
darme más explicaciones. 
«Argumento poco convincente»
me ha dicho como si eso fuera a servirme
para algo. 

Le costaba poco haber precisado un poco.
A fin de cuentas mi vecina y yo compartimos
ese tabique a los dormitorios.
Y si hay un cadáver acompañando los polvos
que echo con mi pareja me gustaría saberlo.

Al igual que hay gente que tiene miedo a los pájaros
a mí siempre me ha preocupado 
que existan los fantasmas y puedan verme 
sufrir un gatillazo. 
Sobre todo por mi abuelo.

Nunca he entendido muy bien la razón
por la que he elegido a mi abuelo entre tanto
antepasado muerto. 
Tal vez sea porque es al único que considero
no digno de un descanso en el cielo.
O tal vez porque un día de viento
lo vi perseguir su gorra y mi subconsciente
está convencido de que Freud sabía lo que hacía.

Ahora... tarde, por cierto, y consciente de que tarde
no es una referencia que nos sitúe en el tiempo
si no sabemos qué hora establecimos como temprana,
estoy tumbado en mi cama de matrimonio
mirando ensimismado la presunta "pared tumba".

He visto que mi pareja ha comprado 
una caja de condones esta mañana
y he leído que la única manera de liberar 
a un espíritu en pena es enterrarlo en tierra santa.

Insisto en lo que me aterra la idea de que 
mi abuelo me vea echar un mal polvo.
Así que de vez en cuando estiro el cuello 
para ver si mi pareja viene a la cama.

No me gustaría que me pillara con 
la maza escondida debajo de la almohada. 



sábado, 7 de octubre de 2017

traidor





Me declararon culpable.
Culpable de traición.
A la patria.

Para mí no había más nación que su cuerpo
y eso, por lo visto, entorpecía su sensación de totalidad.

Uno de sus sabios me explicó que el mundo era
como era porque así venía siendo desde la última vez que 
había sido.

No supe muy bien qué quiso decirme... de qué quiso convencerme,
pero por prudencia me limité a asentir

Debió de servirles ese gesto para entender
que estaban en su derecho de exigirme que la devolviera
y me retirara. 

Así constaba en el contrato de mi bautismo:
Todo lo que tomes... Todo lo que pretendas como tuyo
será nuestro. 

El agua estaba fría –protesté.
"más fría estará tu tumba" —me replicaron...
y añadieron: ¡vaya que si lo estará!

No me quedó más remedio que salir al portal
a increparles e insultarles.
—¡No salgas en calzoncillos! ¡Se reirán de ti! —
me sugirió ella.
—¿Y. qué hago?
—Saldré yo tal y como voy vestida... este tanga me favorece 
un montón.

No lo permití.
Mierda de propiedad.

La belleza de una mujer
pertenece a quien esté soportando 
la decadencia de su autoestima.

Huevos estrellados contra la fachada.
Pintadas con spray llamándome hijo de puta.
Bolsas de basura esparcidas por las escaleras del portal.
Hasta me pareció advertir el vómito de alguna mascota.

Mierda de propiedad.
Mierda de propiedad.

«Hubiera bastado una nota anunciando su disconformidad»

«No falla» le dije a mi pareja.
«Todos los que desean follarte por el culo
seguirán argumentando
que la razón de su deseo
no es otra que la falta del mío»

¿Quién puede luchar contra eso?

Mierda de propiedad.
Mierda de propiedad.

Y ella se dio la vuelta y sonrío
mostrándome una redención
por cada una de las religiones
establecidas . 

Me declararon culpable.
Culpable de traición.
A la patria.

Para mí no había más nación que su cuerpo
y eso, por lo visto, entorpecía su sensación de totalidad.