domingo, 8 de octubre de 2017

mi abuelo, los gatillazos y mi vecina ingresada.


Hoy se han llevado a una de mis vecinas.

Parece ser que está empeñada en que 
en la pared de su dormitorio 
hay un cadáver emparedado.

No me sorprende que nadie se haya molestado
en tirar el tabique.
Y es que cuando le preguntaron
que en qué se basaba para pensar tal cosa
su argumento no fue convincente.

Es todo lo que sé.
El tío de la ambulancia no ha querido 
darme más explicaciones. 
«Argumento poco convincente»
me ha dicho como si eso fuera a servirme
para algo. 

Le costaba poco haber precisado un poco.
A fin de cuentas mi vecina y yo compartimos
ese tabique a los dormitorios.
Y si hay un cadáver acompañando los polvos
que echo con mi pareja me gustaría saberlo.

Al igual que hay gente que tiene miedo a los pájaros
a mí siempre me ha preocupado 
que existan los fantasmas y puedan verme 
sufrir un gatillazo. 
Sobre todo por mi abuelo.

Nunca he entendido muy bien la razón
por la que he elegido a mi abuelo entre tanto
antepasado muerto. 
Tal vez sea porque es al único que considero
no digno de un descanso en el cielo.
O tal vez porque un día de viento
lo vi perseguir su gorra y mi subconsciente
está convencido de que Freud sabía lo que hacía.

Ahora... tarde, por cierto, y consciente de que tarde
no es una referencia que nos sitúe en el tiempo
si no sabemos qué hora establecimos como temprana,
estoy tumbado en mi cama de matrimonio
mirando ensimismado la presunta "pared tumba".

He visto que mi pareja ha comprado 
una caja de condones esta mañana
y he leído que la única manera de liberar 
a un espíritu en pena es enterrarlo en tierra santa.

Insisto en lo que me aterra la idea de que 
mi abuelo me vea echar un mal polvo.
Así que de vez en cuando estiro el cuello 
para ver si mi pareja viene a la cama.

No me gustaría que me pillara con 
la maza escondida debajo de la almohada. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario