(A mi PADRE)
Te vas.
Conozco la carretera.
He fantaseado con ella un montón de veces,
pero el día que me llevaste a comulgar en San José
se me quitaron las ganas de arriesgar
y conducir por encima de la velocidad permitida.
Te debo tanto como me robaste
eligiéndome para traerme hasta aquí.
Y quiero considerarme un hombre justo.
Justo como te he vivido.
No encontré grieta alguna en tu tierra
que me permitiera arar abuso alguno.
Ahora me enfrento huérfano de ti
a las creencias de los demás.
Y me acuerdo de lo que me enseñaste:
«Nunca hagas un trato
con alguien que te jure que va a cumplirlo»
«Jamás eches de tu vida a quien
te quiera más que a sí mismo»
«Olvídate de lo que te acabo de enseñar...
...No aprenderás más lección
que la que no te enseñe nadie».
Pero te vas sin aclararme nada...
...nada acerca de ti.
Asignatura pendiente.
Funcionario autónomo.
Prófugo de todo excepto de nosotros:
De tu familia.
¡Verso de amigo
que tu único amigo
descifró!
¡Puta matemática que tanto entendías!
¡Puta matemática que tanto entendías!
Te vas tal y como sabía que lo harías.
Misterioso, serio y secreto.
(Nunca me atreví a creer tus últimas risas).
Abandonándome a mi búsqueda.
(Quisiera pensar que la continuación de la tuya).
Has pagado tu último peaje.
Ahora sigo yo.
Me toca pagar el mío.
He de confesarte que has pagado de más.
Me consuela pensar que el silencio
que acompaña tu descenso al sótano
me mostrará un par de opciones inesperadas
a la hora de elegir mi próxima carta.
No has sido de palabras.
Has sido de acciones.
Has sido mi PADRE.
Nadie podrá acusarte de lo contrario.
GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS.