domingo, 24 de diciembre de 2017

de menú: hombres cocidos.



Tiene una tienda de marionetas.
Las colecciona desde pequeña.

También colecciona hombres.

Los cultiva en su pequeño huerto
y los sirve hervidos en las cenas.

Cuando nos invita a su casa
algún melindres se queja 
de que están poco hechos
y su carne resulta dura.

Ella no se enfada.

Reconoce que no es buena cocinera,
y matiza que no se trata de la comida,
que lo importante del momento
es la compañía.

Entonces yo acostumbro a mirar mi plato.
Con sus ojos cerrados y
rojo como un cangrejo cocido
la cabeza de un tipo que seguramente
se creyó atractivo.

Nunca he tenido claro si por compañía
se refiere al menú o a los comensales.

Lo único que tengo claro
es que jamás me dejaré seducir 
por ella.

No creo que esté muy bien de la cabeza
una mujer que llama huerto a su cama.


sábado, 23 de diciembre de 2017

en nombre de la jauría humana (perdón... justicia, justicia humana).




La criticaban.

Decían de ella 
cosas que nadie 
querría escuchar de sí mismo.

Pero como no se defendía
no había peligro.

Podían seguir criticándola.

Un día la marea comenzó a subir.

Las primeras casas cercanas al mar
empezaron a inundarse.

Poco a poco todo el pueblo
quedó anegado.

Todo excepto su casa.

La de la chica criticada.

Un último superviviente
llamó a la puerta.
Empapado de salitre.
Deshidratado.

«¿Cómo es que el mar
no ha podido contigo?» —preguntó exhausto.

«¿No prefieres que te deje entrar
y te sirva un vaso de agua
 antes de contestarte? » —le propuso ella.

«Si entro la gente hablará de mí».

«¿Qué gente?» —preguntó ella perpleja — 
«todos se han ahogado».

El hombre oteó su alrededor.
Una ola grande emergía en el horizonte.
Parecía decidida a sumergirlos 
a los dos.

«Todos... los de antes que nosotros...» —respondió.

«¿Y si todos estaban equivocados?» —replicó ella —
«Dame una oportunidad para 
mostrarte quien soy en realidad»

El hombre sintió como el nivel del agua salada
aumentaba y lo empujaba hacia arriba.
La ola estaba a punto de destruirlos.

Y pensó...

"Solo un poco más de conversación
y acabaré con la bruja en nombre de la justicia humana"


».




NO TENGAS MIEDO DE SER TU MISMO




Conozco la teoría.

Proyecta y lo deseado 
acudirá a ti.
Y cuando no sea así,
no habrá más culpable que tú
por no saber proyectar.

El mundo se ha convertido
en una casa de putas.
Cada cual busca la manera
de generar dinero
a costa de la necesidad de otros.

Antes era la de follar.
Ahora es la de ser feliz.

¿feliz?

Pues sí... están las cosas para serlo.

No digo que no se pueda.
Es tan sencillo como no mirar,
taparte los oídos con las manos y gritar:
"No te escucho cara chucho"

Me llaman pesimista
y no puedo evitar sonreír cuando lo hacen.

Prueba a escuchar a la gente.

Te contarán sus males
antes siquiera de que 
hayas podido explicarles 
que no te interesan.

Te los tragarás.
Se encargarán de acorralarte
para que no les frustres 
su declaración de padeceres.

¡Y cuidado con no parecer interesado!
Te va a faltar tiempo 
para quitarte calificativos:
antipático, insensible, cabrón,
hijo de puta, psicópata...

Y el que más me gusta a mí,
bueno... no se trata de un calificativo,
más bien de una sentencia:

"que no te pase a ti".

Nunca me ha quedado claro...
¿es una amenaza o un deseo?

Me confunde su entonación
al pronunciar la frase.

...

Supongo que te preguntarás 
que a donde quiero llegar con todo esto.

Es sencillo. 

He recibido una felicitación navideña
por whatsapp que dice:

"NO TENGAS MIEDO DE SER TU MISMO"











viernes, 22 de diciembre de 2017

haces como que te vas...







Haces como que te vas...
pero sé que no duermes
tan profunda como para
no despertar si te doy un beso.

Malditas reglas naturales.

He perdido el mapa
de los túneles a la dimensión
de los mejores momentos.

Una anciana en la plaza
me ha sugerido que rece.

«reza, hijo, reza... 
es como jugar a la lotería.
Al menos estás bien
hasta que radian el sorteo»

«¿Y no es peor la caída, abuela?»

«¿Por qué habría de serlo?
¿Acaso no sabes que 
tu número nunca estará en el bombo?»

Me desconcierta
a la vez que me consuela 
ver que se puede seguir adelante
aún conociendo la estafa de todo esto.

Lo peor es que continúas 
haciéndote la ausente.
Nunca te gustaron los príncipes azules.
Ningún beso mío te devolverá el aliento.
Sería reconocerte necesitada.

Y tú no vales para eso.

No es tu estilo depender de nadie.


miércoles, 20 de diciembre de 2017

ella y el agua del desierto.




La amo por desconocida.
Y por desconocida la evito
en las calles oscuras
y los días de vendaval.

Tal y como me advirtió 
que lo hiciera
antes de su primera regla
juntos.

Y es que sabe ser niña
y maestra,
y adulta y enemiga...
y no estar
 quedándose después del portazo.

Eso sí... escondida...
entre mis memorias
más enclenques. 

Para no dejarse encontrar
hasta que la he olvidado.

La amo porque cada noche
se despide con un beso antes de dormir.
Y dormida la contemplo
advirtiéndola ajena.

Entregada a los juegos
del patio de recreo de un colegio
de uniformes ateos.

A veces le pregunto mientras duerme:

«¿quién es tu hombre, mujer?»

Y se despierta. Me observa.
Y me responde:

«Nadie se preocupa de las hormigas
que se llevan los huracanes».

La amo porque es tan amiga
como el agua del desierto.

Difícil de encontrar
 y necesaria para seguir vivo.






















sábado, 9 de diciembre de 2017

no des nada por hecho.





No des nada por hecho.

Al mar le dan igual
el color de las banderas.
Demasiadas olas
como para que todas
respeten la valoración
del socorrista.

No hay una única explicación
para el llanto de nadie
ni tantas razones para la risa
como nos hacen creer
las nuevas ciencias de la mente.

De todas las veces que ella, que él
te pidió que te fueras, tenlo claro, 
no acertaste yéndote o quedándote
te quedaras o te fueras.

Caer evita llegar antes
al último andén.
Avanzar es precipitarte 
hacia el final del juego.
O justo todo lo contrario.
No lo sé...
...aunque ya he estado allí antes.

Elijas lo que elijas
renuncias siempre.

Por eso no debes dar nada por hecho.

No me conoces absolutamente de nada.




jueves, 7 de diciembre de 2017

el aprendiz de budista y las rotondas.




Las voces son más sinceras que nunca.

El viento sopla a favor.

Los culos y las vaginas se dilatan
sin dificultad
y la polla no pierde la erección
ni aún después de la corrida.

En el cine no hay nadie que 
hable ni mastique por encima
del sonido de la película.

En el trabajo no hay nada pendiente
y cobras aún faltando una semana
para fin de mes.

El director de tu banco 
te llama para ofrecerte dinero
y tus padres disfrutan 
de unas maravillosas vacaciones
con amigos.

Los niños no chutan el balón
cuando te ven pasar
y el mendigo te saluda
negando necesitar limosna... 

Luego coges el coche...

Llegas a la rotonda...

Y entiendes que los budistas
hayan escogido el Tibet. 

gemidos...





Había un flexo detrás de ella.
Supuse que lo sabía.
Ella me hablaba y hablaba
sin caer en la cuenta 
de que su blusa era blanca
y de tela fina.
Podía ver perfectamente
la silueta de su cuerpo a contraluz.
Estaba oscura, 
y como todo lo oscuro
me fascinaba. 
No es que no me importara lo que decía.
La ecuación era sencilla.
Me interesaba más conocer
si su cuerpo se desbloquearía 
como mi móvil al roce de mi
huella digital.
Pero no iba a intentarlo.
Se daría cuenta de que no le estaba prestando atención
y me consideraría un tipo 
poco profundo.
Me puse a imaginarla desnuda.
Abrazada a mi cadera
y diciéndome que me amaba.

Y sin darme cuenta gemí.

«¿Te encuentras mal?» se preocupó.



Y lo tuve claro:

Tenía razón mi ex-pareja cuando decía
que follar conmigo era peor
que estar en la sala de urgencias.





miércoles, 6 de diciembre de 2017

se me escapó la muñeca.


Se me escapó.

La muñeca de madera
que con tanto mimo construí
se me escapó.

No debí dejar las cortinas abiertas.
Lo leí en sus ojos.
En cuanto comparó la grandeza exterior
con el interior de mi hogar
algo en su cabeza de madera
se agrietó y dejó brotar una idea mala.

Porque... ¿adonde va a ir ella sin mi?

Yo la creé.
Son mis ojos los que interpretaron
su idea de realidad.

Y ahora no la acompañan.

No entenderá lo que vea.

¿Cómo va a reaccionar cuando
compruebe que nada es lo que parece
ahí afuera?

En mi casa el fuego era calor.
Las paredes cobijo.
La comida un derecho.
El agua... magia.

Y ¿qué pasará si algún desalmado
interpreta sus piernecitas de madera
como buena leña para su chimenea?

Pero me lo ha dejado claro.
Me ha dejado una nota en la almohada.
Una nota amarga en la que se puede leer:

"Odio tu permanente olor a madera.
Odio tu serrucho, tu azuela, tu martillo,
tu rasera...
Odio todo lo que te eres porque te ha hecho
creer que eras capaz de darme algo más
que la mera existencia. Lo que tú llamas vida"

Cualquiera la tacharía de desagradecida.

Pero yo sé que en el fondo. Su odio...
su odio no es sino la herramienta
que ella utiliza para convertir
mi esqueleto humano en una talla barata
de las que se olvidan en el
camión
de la mudanza.

Se me escapó.

La muñeca de madera
que con tanto mimo construí
se me escapó.

No debí enseñarle
los secretos del oficio.




Serena y la nieve.


Los copos de nieve caen
y Serena comienza a intranquilizarse.
La nieve le recuerda, 
dice, 
a las rayas de cocaína que se metía 
entre pecho y espalda con su anterior pareja.
Me confunde cuando me lo cuenta.
No me queda claro si su malestar
obedece a la nostalgia
o al arrepentimiento.

Sería tan fácil como profundizar
en el asunto preguntándoselo.

¿Qué sería lo peor que podría pasar?

¿Que descubriera que se desvive por volver atrás en el tiempo?
¿Qué se atormenta por las cosas hechas al margen de la salud?

Sinceramente, entre tú y yo.
Preferiría que fuera lo primero.
Por ella.

Es más fácil recuperar hábitos destructivos
que hallar la paz cuando crees que estás en pecado
con lo que se supone que debes al mundo.

Y Serena no es muy de sacrificios.

Está muy buena pero la vida se le hace cuesta arriba.





lunes, 4 de diciembre de 2017

el gusano y la puta cara






Ni su padre le pegaba cuando era niña
ni yo había escondido ningún tesoro
más arriba de donde la montaña
dejaba de vestir pinos.

Aún con todo eso en contra
nos reconocimos como seres
incomprendidos.

A ella le divertía llamarme gusano
y a mí a ella "puta cara".

Llegó un día en el que nuestras familias
nos escucharon divertirnos
al otro lado de la puerta.
La separaron de mí bruscamente.
Hasta le golpearon la palma de la mano
cuando hizo el gesto de lanzarme 
un beso volador. 

Cuarenta años después nos tropezamos 
en uno de los pasillos de un hospital.
Ella vestía de puta cara
y yo me arrastraba por las baldosas 
como un gusano.

Su padre y mi madre estaban ingresados.
Malos augurios.
Si afinabas el olfato los dos olían a muerte.

«¿Te acuerdas de lo que nos hicieron?» me preguntó
empezando a sollozar.
«No... no lo recuerdo... espero que tu padre se mejore»
contesté.

Y acto seguido tiré a escondidas de la mano de mi esposa en dirección
a la habitación de mi madre para no dilatar más tan incómoda situación.


sábado, 2 de diciembre de 2017

el espantapájaros que insultó a los niños



Le llamaban cabeza de paja.
No paraban de reírse de él.

Un día al salir del colegio acudió a su madre
 y le preguntó qué podía hacer.

«Eres un espantapájaros... 
no es ningún insulto lo que te gritan
los chicos del pueblo.
Tu cabeza es de paja... como la mía
y la de tu padre»

Al día siguiente. En el recreo
cuando los chicos se acercaron
para empezar a meterse con él
se armó de valor y les gritó:

«¡Cabezas de hueso!»

Y todos fueron corriendo a quejarse
al director del centro de que 
un espantapájaros les había insultado.

reducido hasta la niñez




«Nuestro amor es de segunda»
me dijiste resignada al regresar
del viaje a Paris.

Por lo visto no habías fabricado
los recuerdos que necesitabas
para presumir en tus reuniones 
dominicales. 
Las del vermut.

A mí sin embargo me resultó
excitante correr detrás de ti
cuando enfadada paraste aquel
taxi y me amenazaste con 
regresar a Madrid sin mí
pero con mi billete de avión.

Te reconozco que eso te lo valoro mucho.
Tu capacidad para transformar
cualquier situación anodina
en la más extrema. 

¿Te imaginas que hubiera hecho 
de haberte ido de verdad?

Tú llevabas el dinero. 
Tú tenías los pasaportes.
Tú sabías hablar francés.

Me habrías reducido hasta 
convertirme de nuevo en niño.

¿No es para adorarte?