Le llamaban cabeza de paja.
No paraban de reírse de él.
Un día al salir del colegio acudió a su madre
y le preguntó qué podía hacer.
«Eres un espantapájaros...
no es ningún insulto lo que te gritan
los chicos del pueblo.
Tu cabeza es de paja... como la mía
y la de tu padre»
Al día siguiente. En el recreo
cuando los chicos se acercaron
para empezar a meterse con él
se armó de valor y les gritó:
«¡Cabezas de hueso!»
Y todos fueron corriendo a quejarse
al director del centro de que
un espantapájaros les había insultado.
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