viernes, 8 de septiembre de 2017

orgasmos tardíos.





Tras acabar de echar un polvo ella lo llamó Valentín.
Él la corrigió. Se llamaba Juanjo.
Se acababan de conocer y ella se justificó
explicándole que su último rollo de una noche se llamaba así
por lo que él no le dio más importancia.

Seis meses después, ya conviviendo juntos,
volvió a suceder. 
Pero esta vez el nombre que la chica pronunció
fue Sergio.
Él se mostró algo molesto y así se lo hizo saber.
Ella le restó relevancia arguyendo que su último novio
se llamaba así y que habían sido 4 largos años.

Se casaron. 
En su noche de bodas pasó lo 
que ninguno de los dos quería que pasara.
Ella, tras su orgasmo, lo llamó Arturo
y encima le agradeció el método usado para el revolcón.

Esta vez Juanjo se indignó de verdad.

«Bueno... dijo ella... no es para ponerse así.
A fin de cuentas te estoy dando las gracias
por lo bien que follas»

Pero el orgullo del recién casado
fue superior al piropo
y un mes después estaban divorciados.

Tiempo después ella conoció a otro hombre.
Se acostaron y en su último jadeo 
lo llamó Juanjo. Se llamaba Ricardo.
Este paró en seco y la contempló en silencio unos segundos.
La chica le gustaba mucho.
«¿Quién es Juanjo?»
«Mi exmarido»

Entonces la besó en la boca
y se dijo para sus adentros:

...bueno... solo se trata de
una tía de orgasmos tardíos.


miércoles, 6 de septiembre de 2017

Amor prosaico.


«Me considero admirador del verbo huir.
Y contemplo con ternura a los que presumen de avanzar,
crecer... o evolucionar.
Huir... Sí... 
Nadie va a ninguna parte sin mirar en algún 
momento de su viaje hacia atrás.
Nadie va... no... todos venimos»

A lo que ella me contestó:
«Sin embargo tú no vienes de la mierda
sino que te vas a ir a ella».

...desde luego no la amaba por su poesía.