Dibujo: Paloma Sorribes. |
Comía ratas en los mejores restaurantes.
Los tíos se morían por una cena con ella. Esa noche me tocaba a mí. Yo preferí una ensalada. «Es por la digestión…» —me justifiqué — “…la basura me repite». A ella no pareció importarle y yo me quedé con hambre. Todo por echar un polvo con la madre de las madres. Con la hija de las hijas. Con lo que sea que Dios quiso explicar cuando la escogió para nacer. Aunque yo prefería mi cama ella eligió los asientos de mi volkswagen para tomarse su postre. «No me siento seguro aquí…» —le confesé — «…podrían vernos» «¿Es que no lo vas a contar luego?» —me preguntó desnuda — «La mejor publicidad está en la televisión» —añadió. No me lucí como amante. Ella puntuaba 10. Yo me limitaba a un 6. Al menos así lo valoró el tío que nos miraba dando golpecitos en la ventanilla con su nariz. Más tarde en mi casa lo comprendí todo. Mi madre tenía pánico a las ratas y yo todavía no la había perdonado por no ser eterna. |