domingo, 14 de agosto de 2022

disculpas...


 


Un lobo llamó a mi casa a media noche.

«Tengo hambre» —me dijo.

Tomé al hijo de mi vecino

y se lo di.

Mi vecino me debía dinero.


Días después un oso arañó mi puerta

a la hora de la siesta.

«Tengo hambre» —me dijo.

Capturé a la esposa de mi vecino

y se la entregué.

Mi vecino seguía debiéndome dinero.


Un invierno una serpiente

 se cobijó en mi chimenea.

«Necesito calor» —me suplicó.

Miré hacia la casa de mi vecino.

Tenía la chimenea encendida como yo.

Lloraba sus pérdidas.

Me sentí culpable

y maté al reptil para evitar que le picara.


Mi vecino y yo seguimos sin hablarnos.

Nos quedan asuntos que saldar.


mi casco amarillo


 

Mis padres me regalaron 

un casco amarillo que lucía con orgullo.


Nunca me importó el acné,

ni la ropa de marca.

Peinarme suponía un suplicio

y solía jugar con amigos imaginarios.


Hasta los más duros del barrio

alababan mi casco amarillo

cuando me veían dar puñetazos y patadas al aire.


No reconocí la realidad

hasta que aquella virgen 

(cientos de años más tarde)

 me preguntó:

«¿Estás seguro de que no se 

estaban burlando de ti?»


Ya no me quedan amigos imaginarios

pero sigo llevando mi casco amarillo.