Un lobo llamó a mi casa a media noche.
«Tengo hambre» —me dijo.
Tomé al hijo de mi vecino
y se lo di.
Mi vecino me debía dinero.
Días después un oso arañó mi puerta
a la hora de la siesta.
«Tengo hambre» —me dijo.
Capturé a la esposa de mi vecino
y se la entregué.
Mi vecino seguía debiéndome dinero.
Un invierno una serpiente
se cobijó en mi chimenea.
«Necesito calor» —me suplicó.
Miré hacia la casa de mi vecino.
Tenía la chimenea encendida como yo.
Lloraba sus pérdidas.
Me sentí culpable
y maté al reptil para evitar que le picara.
Mi vecino y yo seguimos sin hablarnos.
Nos quedan asuntos que saldar.
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