lunes, 4 de diciembre de 2017

el gusano y la puta cara






Ni su padre le pegaba cuando era niña
ni yo había escondido ningún tesoro
más arriba de donde la montaña
dejaba de vestir pinos.

Aún con todo eso en contra
nos reconocimos como seres
incomprendidos.

A ella le divertía llamarme gusano
y a mí a ella "puta cara".

Llegó un día en el que nuestras familias
nos escucharon divertirnos
al otro lado de la puerta.
La separaron de mí bruscamente.
Hasta le golpearon la palma de la mano
cuando hizo el gesto de lanzarme 
un beso volador. 

Cuarenta años después nos tropezamos 
en uno de los pasillos de un hospital.
Ella vestía de puta cara
y yo me arrastraba por las baldosas 
como un gusano.

Su padre y mi madre estaban ingresados.
Malos augurios.
Si afinabas el olfato los dos olían a muerte.

«¿Te acuerdas de lo que nos hicieron?» me preguntó
empezando a sollozar.
«No... no lo recuerdo... espero que tu padre se mejore»
contesté.

Y acto seguido tiré a escondidas de la mano de mi esposa en dirección
a la habitación de mi madre para no dilatar más tan incómoda situación.


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