miércoles, 16 de julio de 2014

la sirena de mi desierto inundado.

(Para P)

Quise embarcar en el mar de mi atolondramiento.
Estaba preparado, lo tenía todo:
tenía el bote con carcoma y el viento en contra.
Mi miedo perenne al agua y a la soledad violenta.

Recé a mi padre el pirata
y le pedí que me guiara
a las aguas más profundas.
No quiso saber de mí.
Allí solo encontrarás océano...
Y tú buscas islas que te rescaten.
me pareció que dijo borracho de ron.

Pero los náufragos sabemos lo que buscamos.
La orfandad del desahucio de la casa de la esperanza
fabrica fantasmas con forma de mujer:
Sirenas.

Y la encontré.

Tenía nombre de ángel y caricias.
De vírgen desobediente y bella
que ningún hombre podrá jamás reproducir.

Lo auténtico no se deja pintar, ni esculpir...
Lo auténtico pasa por la vía solo.
Bautizando alguna vez con su genio
a algún afortunado despistado que se cruza en su camino.
Y dándole el beso, de la amnesia y la adicción,
lo redime de su sufrimiento
dejando así la huella de Dios en todo esto.

Me atreví a robarle un beso.
Y por cada una de mis lágrimas de agradecimiento
me regaló cien más.

No aceptaba mi gratitud...
El regalo de la vida eterna
Me lo daba porque quería

¿Y qué hay de ti? le pregunté.
Pero guardó su respuesta para su alcoba.
Para su preciado jardín secreto
que tan olvidado tienen las mujeres de la tierra.
Me sonrío y se mostró tal y como es:
desnuda para mis ojos desatendidos 
y esclavizados a no ver más allá 
de lo que me atrevo a comprender.

Luego me devolvió a puerto.
Decía que mis pasos necesitaban del suelo
para llegar a donde algún día llegaré.

De alguna manera sabía más de mí que yo.
De alguna manera me hizo

el hombre más rico del mundo.

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