En el patio de recreo
el abusón repetidor
roba el bocadillo
al niño con gafas.
Nadie se atreve a evitarlo.
«Normal —dice la abuela ciega —,
es mejor que pierda uno
a que reciban hostias todos».
Uno de los amigos del “gafas”
propone un plan:
«Por cada hostia que dé el abusón
nosotros podemos darle diez»
Todos asienten…
las matemáticas no mienten.
«Tened en cuenta que
los números se cuentan —
dice la abuela ciega —,
y las hostias se reciben».
En el patio de recreo
el abusón repetidor
vuelve a robar el bocadillo
al niño con gafas.
El resto de alumnos
esperan a que “el gafas”
haga algo inesperado
y que el abusón aprenda la lección.
«Perdéis el tiempo…
—dice la abuela ciega —,
la memoria no alcanza
más allá de cien años».
Y luego va la vieja y se muere mientras duerme.
¡Hay que tener mala hostia!
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