La gallina me lo explicó.
y antes de una pregunta
solo podía existir un necio hambriento.
Zorros y lobos abdicaron
mientras el humano inventaba la tortilla
y la tierra se revolvía
tratando de averiguar la dirección correcta.
Mi primer beso necesitó de otro
y unos pocos después
todos se amotinaron exigiéndome follar por doquier.
Por eso el sacerdote me acusó de pervertido,
el arte de humano
y Darwin de sensato.
Aprendí que al final de mi vida me espera el suelo.
Lo hice cuando sangré por las rodillas
saltando para chutar aquel balón.
Recibí los sacramentos y lo agradezco.
Uno no puede estar seguro
de si los que estuvieron antes que yo
entendían que la cosa no tiene que ver con los goles.
Cosa de antiguos, cosas de padres y abuelos…
Lo pasado, pasado… lo presente jode o no jode.
Depende de la nómina y los escrúpulos
(¿o es al reves? no me acuerdo…).
Regresé a la gallina.
Abrí el horno y le pregunté por el futuro:
«Dura más de lo que soportamos» —me contestó.
Probé el caldo del asado y me relamí con su sabor.
Para mí que la gallina había resuelto
el origen del universo.
Esas palabras nunca las hubiera cacareado un huevo.
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