Dibujo: Paloma Sorribes |
Ella era ciega y su marido cojo.
Comían, bebían y dormían en su propia casa.
En el barrio les llamaban los elefantes
y en el trabajo por su nombre de pila.
Repartían suerte en la medida
que la suerte se acordaba de ellos.
Nevara, lloviera o abrasara el sol
ocupaban su casilla.
Cuidaban de estar en cada tirada de dados.
La ciega se encargaba de escoger al ganador
y el cojo de buscarlo para entregarle su premio.
Lo de elefantes era
por aquello de que la fortuna los escogía
en contra de la estadística.
Un día cansado, el cojo, de tanta caminata
decidieron usar su talento contra ellos mismos.
Apostaron su fortuna al número que la ciega vio.
Ganaron.
Llegaron tempestades y tinieblas.
Del suelo brotaron hongos venenosos
y del veneno licores que traían felicidad.
Nadie entendió su desdicha.
Si ella había visto y él ya no tenía que desplazarse…
…¿cual era el problema?
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