Me quedé vacío y sin palabras.
Me regalaron un libro.
El suelo tembló
y la tierra me acusó de aburrido.
Escalé la gran montaña
buscando su sabiduría.
Tres mujeres me preguntaron
a quien buscaba al
llegar a la cima.
Una estaba vieja, la otra era mayor
y la tercera, quizá por joven,
se escondía entre ellas.
Les pregunté qué había que saber
sin atreverme a mirarlas.
Las tres se rieron cuando apareció
el Maestro.
«¿De qué se ríen?»
—le pregunté ofendido.
Y el Maestro, con una sonrisa,
mientras me indicaba con su dedo
la escalera de incendios
me respondió:
«¡Véte tú a saber!».
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