jueves, 22 de agosto de 2019

el universo y mi orgasmo






Ninguna puta de la avenida sabía seducirme.
Las farolas olían a orín de perro abandonado
y beber vinagre equivale a cien desdenes de besos.

El buen vino es incompatible 
con una mujer.
Ninguna mujer entiende de lujos
más allá de sus hijos.

Mientras tanto alguien llamó a mi teléfono
para contarme que mi gata había muerto.

Yo me consumía resolviendo sudokus:

«No te distraigas, muchacho,
me sugirió un Policía local:
El azar es el nombre que usa la probabilidad
para reírse de ti y tu miedo».

Al final, una hembra dedicada a las drogas
piropeó mi barriga:

De entre todos los cuerpos de gimnasio
mi medio siglo sedentario 
era lo más racional que había visto en la avenida—
me susurró entre tos y tos.

Follamos lejos de los agujeros negros
y cerca de nuestras vísceras.
Me gustó. 

No le pregunté si a ella también.
El universo y mi orgasmo 
tenían el mismo sabor a análisis.

Apenas acabamos el polvo
sonó mi teléfono:

«Mi madre se había subido a un árbol»

Eso me dijeron...
luego... colgaron.

A partir de ahí todas las putas de la avenida
me ofrecieron polvos de talco
y una cama donde acurrucarme.
No tardó en aparecer la Mami para arroparme... 
...por lo visto mi erección tenía trazas de gangrena.

«Nunca te asustes —me dijo la Mami —,
ante el abandono de una madre.
Será la única oportunidad que tendrás
de conocer a una mujer tal y como somos»

Una vez más...
no entendí nada de nada.

Una vez más...
...mi madre supo motivarme.








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