(a mi madre)
Cuando era niño
una bruja se posó
sobre los cantos
de mi cuna.
«Yo te maldigo», me dijo,
«por el mero hecho
de no haberte resistido
a nacer mereces
pasar por la vida
y todos sus vaivenes»
Recuerdo que mojé
el pañal de tela
que me habían puesto
y que mis ingles
se irritaron.
Aún así pude
responder a la bruja
(que por cierto
estaba muy buena)
«No es ninguna maldición
lo que me lanzas...
nacer implica lo que me deseas.
Tendrás que esmerarte
más si quieres
que te convoquen
al próximo aquelarre»
Entonces llegó mi madre.
Estaba llorando.
«¿Y si eres desgraciado?»
susurró creyendo
que yo no la entendía.
Y comprendí
la maldición de la bruja.
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