domingo, 2 de septiembre de 2018

una oración, una pesadilla.





He vuelto a rezar, Señor.

Necesito culpar a alguien
de mis tropiezos .
¿A quién sino puedo acusar
de haberme convertido
en un "desnortado" marinero?

Tú creaste el libre albedrío.
Y por mala gestión 
del departamento de RR.HH. celestial
licenciaste a un demonio perturbador.

Al primer sindicalista supongo.

¿Y qué les pasa a aquellos 
que se apoyan para no ser sometidos?
Pues que fuerzan al Grande
a fingir que le importan
y a tener que pensar una estrategia 
que les haga creer que son escuchados
y valorados a cambio de más de lo mismo.

Pero no te rezo para hablar de otros.
Sería poco humano hacerlo.
Rezo porque anoche me desperté 
en mitad de la noche aturdido por un mal sueño.

¡Una pesadilla terrible!

Una mujer hermosa me despertaba 
una y otra vez con sus besos y su deseo.
¡Me impedía dormir más de tres horas seguidas!

Y yo me asusté.

¿Cómo iba a rendir al día siguiente
en la sociedad si no obtenía el descanso
necesario para dar lo mejor de mí
al resto de tus súbditos?

Por eso tengo que preguntarte, ¡oh, Señor!:

¿Cuánta diferencia hay en realidad
entre el peor dictador y un hombre 
que no se atreve a ser oveja descarriada
por miedo (¡no al lobo!) a dejar de pertenecer
al resto del rebaño?

¿Qué importancia tiene venir del mono
o del juego existencial de un ser supuestamente superior?

¿Sirve de algo tener claro
cómo sedujiste por Facebook a la chica que terminó
por dejarte entrar en su cama
si al final te corriste antes de tiempo?

¿Estás muy por detrás de mí
en cuanto a conocimiento de las mujeres?

¿Eres mujer?
...

¿Debería haberme dejado despertar 100 veces más
por la chica de mis sueños?





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