martes, 18 de septiembre de 2018

la casa de muñecas y el número π.








Le expliqué que mi tristeza era crónica.

Se recogió su melena y dio un beso 
a la punta de mi polla demostrando
tanto deseo como respeto.

«¿Por qué dices eso cuando estamos follando?»
— preguntó mi amante.

Me disculpé. 

«No tiene nada que ver con el sexo.
Supongo que más bien es por culpa de la casa de muñecas»

No habló.

Como cualquier amante
confió en que mi cabeza usara la lógica.

Le expliqué:

***

«Cuando era niño me construí 
sobre la arcilla de la parte de atrás de mi casa
una caseta con tablones y cajas de madera.
Las chicas de mi edad entraban 
y me daban un beso a cambio 
de contarles su futuro según las cicatrices
que tuvieran en las rodillas.
Por supuesto me inventaba lo que decía.
De alguna manera me guiaba por lo que pensaba 
que iba a seguir siendo el mundo.
El hombre y la mujer peleando por sus crías.
Las crías peleando por ser hombres y mujeres,
y la política a merced de la humanidad.
Un día, la más mundana de las niñas
entró en mi chabola improvisada.

«Si por un beso ofreces tu visión del futuro...
¿qué me darás si te la chupo?»

***

«¿Qué le diste?» preguntó mi amante.

Y para mi respuesta no me quedó mas que recurrir
al número π.





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