martes, 18 de diciembre de 2012

solo una vida para malgastar





Ves perfectamente el cristal. Te ríes de la mosca que choca y choca contra tu ventana. ¿Cómo es posible que ella no lo vea? ¡Si ni siquiera está limpio! Decides tener un gesto de buena voluntad y abres una de las mitades de la ventana. Pero nada. La mosca sigue golpeándose una y otra vez contra el vidrio.

Empiezas a cansarte… sabes que una mosca solo es una mercancía alada de microbios que pueden infectar tu comida… aún así... por una compasión aprendida le empujas un poco advirtiendo al incontrolable insecto de que tu paciencia se está gastando… y que probablemente no tardes en estampar tu mano contra su cuerpo repleto de patas.

Y ¡PAM! Terminas haciéndolo. La mosca ya está muerta… y en una de esas necesidades absurdas del ser humano le explicas que ya le habías mostrado el camino suficientes veces como para tener ahora cargo de conciencia por haberla matado.
Te ríes… otra vez, y te compadeces de su falta de inteligencia… de pronto entra tu pareja en la habitación… sigue sin hablarte… lleváis más de cincuenta meses peleando por cualquier cosa.

Y piensas:
…ojalá que alguien te diera las mismas oportunidades que tú le diste a la mosca.

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