jueves, 20 de diciembre de 2012

lo peor del tabaco no es que mate, es que te complica la vida.



 

Hay un parque al lado de su casa


donde he instalado mi pequeño refugio


para fumar.


Ella no lleva bien que fume.


Dice que huelo mal y que mi pestilencia


ahuyenta sus ganas de besarme.


Dice que mi olor natural queda sepultado


por el aroma genuino americano


y que no soporta el sello yankee.


He probado casi todo para liberarme de este


vicio que maltrata nuestra pareja.


Pero no hay caso.


Sus besos son muy caprichosos


y aunque me abstenga de tragar humo


durante un día entero al llegar la noche


nada garantiza que pueda bendecirme


con su saliva de 40 grados.

.
Unas veces porque esta triste.

.
Otras porque echan algo que le gusta en la tele.


Otras porque no sabe si besarme


es un desperdicio de su amor.


Entonces me arrepiento de haber salido de mi refugio


para visitar su cama


Y me digo sobreactuado y enfadado:



 "Eres idiota. Sus besos no


dependen de tus gestos muchacho.

Sino de todo lo que no le dieron cuando era niña"


Y entonces mis labios vuelven


 a reclamar un cigarro


con la virulencia de un mar revuelto.


Me acuerdo de como tuve que superar la adicción


a su boca el verano que ella prefirió un porche


descapotable a mi viejo Volkswagen familiar.


.
El tabaco me ayudo a sobrellevar el mono hasta


que se dio cuenta de que en invierno los descapotables


se convierten en coches ataúd y regresó al confort de


mi coche cama.


Se lo explico con la esperanza de que


capte la idea y caiga en la cuenta


de qué sólo es cuestión de reinvertir el proceso.


Evitar el problema es ganar el


 tiempo que se pierde en buscar soluciones.


Así le digo cariñosamente:


Si te molesta que fume para sustituir tus besos


solo tienes que besarme para acabar con


los cigarros


Pero ella saca otra conclusión de todo esto.


Me mira con esos ojos tan inescrutables


y me dice:


Tu ya no me quieres. Ahora eres otro.


El que yo conocí renunciaba a todo


sin que tuviera que darle nada



... Y puede que tenga razón. Nunca he sido bueno


analizando la verdadera razón de nada 





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