domingo, 16 de diciembre de 2012

Relato: Confesiones tan humanas de un hombre que parecen burla


Tras el fallo.

Tenía una amiga a la que contaba mis problemas maritales. Y siempre me citaba una frase de una canción de Shakira. Obviamente había acabado la carrera  de traductora Shakira-castellano. Yo por aquellas no escuchaba mucho a la rubia pero, la amiga esta, me ponía  sus discos constantemente.
Yo le decía al principio:

-       ¿Pero es que canta en ingles?
-       No, no… en castellano…
-       ¿Antiguo?
-       No. Idiota. Del que se usa ahora...
-       ¿Cómo el que se utiliza para mandar SMS?

Entonces ella pasaba de mis dudas y me decía:

-       Shakira dice que cuando hay que hablar de dos es mejor empezar por uno mismo. 
-       Ya, pero es que a mí no me gusta que me llamen egocéntrico. Serlo no puedo evitarlo, pero que me lo llamen. NO. No me gusta. No me agrada.

Es paradójico que a un egocéntrico le ofenda que hablen de él. Pero soy así.

Ella por lo visto no iba por ahí, y proseguía:

-      ¿Qué hay de ti, javier? A ver... Si tu pareja
     se está zumbando a otros tal vez sea porque tú no le llenas. 
-       O porque tenga mucho fondo. 
-       O porque no la tienes en cuenta como ella espera... 
-       O porque espera demasiado... corregía yo. 
-       Tal vez no hablas con ella lo suficiente... 
-       O tal vez haya hablado demasiado en vez de…

Y ahí mi amiga, me daba por imposible y dejaba de hablar de mí para hablar de otros hombres. ¡Tenía un éxito la chavala!. Con los hombres me refiero... increíble...

Dejamos precisamente de ser amigos por eso... por su éxito en seducir a los hombres. Un día, al ver que yo no le entraba al trapo sexualmente se me insinuó. Yo… pues… como era una buena amiga quería conservarla. Porque buenas amigas no se encuentran demasiadas... pero buenos polvos... bueno, todos los tíos con los que hablo presumen de tenerlos luego tienen que exisitir... a patadas... Ya me tocará a mí.

Ella insistía en que nos acostáramos. Y a mí... qué sé yo... me parecía hacerle un feo a mi mujer... de aquellas estaba casado.
Yo le advertí del problema del sexo a mi amiga.

-       Si hay sexo entre nosotros aparecerá el sentimiento de propiedad y la cosa se joderá.
-       Yo soy muy liberal -me espetó.

Y en contra de mis principios-veleta nos acostamos. 

Así nuestras “quedadas” pasaron de finalizar con un:
 "Dos besos... ¿nos vemos el míercoles que viene no? Sé bueno."

A hacerlo con un:
 "Que te jodan. Apetecerte más quedar con tu esposa, para ir a casa de tus suegros, que conmigo para tener sexo es hacer el gilipollas"

¡Eso ya lo sabía yo! Efectivamente era hacer el gilipollas. Pero yo ya sabía que haber pedido matrimonio a aquella mujer era haber hecho el gilipollas. Otra cosa es cuando nos separamos… (sí ocurrió) es cierto que dejé de hacerlo, aunque no de serlo.

La cosa es que mi ex-amiga acabó chantajeándome por no quedar con ella todo lo que ella decía necesitar y... ¡Me chantajeó con contárselo todo a mi esposa!

Pero de todos es sabido que si te sometes a un chantaje estás perdido, te conviertes en una marioneta a la voluntad del otro, a la de sus caprichos.
Y así fue como llegué a convertirme en su marioneta con el añadido matiz de pasar a formar parte de las estadísticas de los propensos al divorcio.

Cedí al chantaje sí... y aún así, un día que íbamos de tiendas mi amiga y yo - nos gustaba ir de tiendas -  vio un anillo, tan caro como pequeño, de diamantes, que lógicamente yo me negué a comprarle. Se enfadó muchísimo y como castigo se lo contó todo a mi mujer.

Sinceramente no creo que mi esposa me dejara por tener una aventura, a fin de cuentas ella picoteaba en otros gallineros, sino por ir de tiendas con otra. Con ella no iba... es que era muy complicado. De todo me preguntaba. Me decía ¿me quedará bien? Y tú mirabas el vestido; mirabas lo que sobraba de tu mujer detrás del vestido; luego mirabas el mismo vestido en el maniquí; luego te cerciorabas de la planta en la que estabas por si nos habíamos colado en la de niñas por error. Y le preguntabas:

-       Pero ¿por bien entiendes como le queda ese vestido al maniquí diseñado por un idealista o como te va a quedar a ti?

Y a partir de ese momento se acababan las compras racionales y comenzaba a surtirse de todo compulsivamente sin volverte a dirigir la palabra durante una semana. Y encima a ti te tocaba llevar las bolsas que, pese a que resulte caballeresco, a mi humilde criterio resulta indigno.

Ni qué decir tiene que a pesar de todo... terminé comprando el dichoso anillo.

Yo… yo no sé que demónios me pasa con las mujeres. Me dejan... todo va bien y de repente se inventan algo que hace que tenga que superarme.

La primera prueba la suelo pasar con éxito. Pero cuando ven que lo hago viene la segunda, la tercera... que me sorprendo de que mis maestros me dijeran en la escuela que me faltaba imaginación. No es cierto. Me faltaba haber conocido a mi mujer en aquellos tiempos.

Y te dicen eso de:

“Has cambiado, ya no eres el de antes”

Que tú piensas, ¡normal joder! he usado tanta creatividad en esta relación para superar tus malditas pruebas que me he convertido en un guionista. Pero hagas lo que hagas, ya es tarde. Ya han conocido a otro tío que es tierra fértil, al que todavía no le ha pasado por encima la cosechadora que conduce tu mujer con los ojos vendados y que ella llama AMOR.

Y ella te cuenta que él es de otra manera (que es la misma que eras tú hasta que ella te hizo ser como eres). Y tú ya sabes que te los van a poner (los adornos en la cabeza)... y ella hasta se ofende cuando se lo insinúas con voz aflautada y acongojada... pero tú lo sabes... Habla de ti como te hablaba de su ex cuando te conoció en aquella discoteca (pero nadie aprende de cabeza ajena). Y te recita como ejemplar todo lo que hace con él (que viene a ser lo mísmo que tú hacías con ella antes de que decidiera que siempre hacíamos lo mismo).

Y si encima es un poco ordinaria, cuando te confiese que se lo ha tirado, que lo hará muy posiblemente un día de final de Champion... te dirá que el susodicho, en el sexo, te da cien vueltas. Y esto a mí me jode un montón... porque tendré pocas virtudes... pero complejos tengo a patadas... con lo que si encima me alimentas la inseguridad a la hora de la cópula... no volveré a tener una erección hasta que me gaste unos 1200 euros en visitas al psicólogo.

Por eso me gusta tanto hablar de política en mis primeras citas tras una ruptura. Eludo siempre los temas de cama. Obviamente esto hace de las conversaciones algo un tanto surrealista:

Ellas por ejemplo dicen:

-       ¿Vives solo?

Y yo añado:

-       Y voto... siempre voy a votar cuando se celebran elecciones.

Y ellas erre que erre:

-       He bebido demasiado...

(Que aquí ya se muestra una clara incompatibilidad entre los dos... para mí su demasiado es nada y para ellas mi nada es que tengan que recogerme de mi vómito para no ahogarme)

Y siguen:

-       ¿Podría dormir esta noche en tu casa? Por no coger el coche lo digo...

¡Pero si me había dicho que ha venido en autobus! Piensas tú. Pero no lo digo porque no sé decir NO.

Así que yo a lo mío:

-       ¿Tú votas? Es importante votar, colaboras a que cuando los políticos roban no tengan cargo de conciencia porque a fin de cuentas los has puesto tú ahí para que lo hagan. Ya sabías a lo que iban... ¿no? Que yo tengo un amigo que dice que esta vez va a votar a la oposición a ver si cambia algo... y yo le digo, que sí, que las fotos.

Pero a pesar de mis esfuerzos terminan en mi cama con esos tangas... con esos sujetadores... que yo me quedo embelesado... ¡Cómo me gustan esos diseños! Es que innovar con un tanga no me digan que no tiene mérito. Ser capaz de, con esos tres hilos, diseñar algo diferente... a mí me flipa. Me gusta la moda... suelo hablar mucho de moda si no funciona lo de la política. Eso suele hacer que demoren el momento de acostarnos. Vale que entonces me llevan de tiendas...  pero al menos tengo la esperanza de que se enfaden porque no les queda bien algo y se acaben sus deseos copulatorios.
Aunque no suele pasar... como hemos bebido “demasiado” antes... pues todo les parece que les sienta bien. Podrían ponerse un saco de patatas y se verían elegantes. Y te preguntan:

-       ¿Parezco Claudia Schiffer?
-       Lo siento. Me han faltado dos vodkas con tónica para tener tu super vision.

Contesto yo con la esperanza de que se den cuenta de lo miserable que puedo llegar a ser.

Sí, mis queridos lectores… sé que pensarán:

“Serás el único tío que rehuye un polvo”

... Pues sí... porque lo paso muy mal la primera vez que voy a acostarme con una mujer tras una ruptura... Cuando ya estamos frente a frente como reza la canción de Jeannette... es algo así:

“frente a frente, bajamos la mirada...”
(que la bajo solo yo)
“y ya no queda nada de que hablar...”

Y si no queda nada de que hablar quiere decir que hay que empezar a toquetearse... y ahí me empiezan a entrar unos sudores y mi “cosa” de abajo que no sube... y yo que le digo venga, por mí... por lo que sea... pero que no me joda... y mi “cosa” nada... y ahí es cuando el momento se tuerce por completo... la chica me mira y me dice, déjame a mí... que yo pienso, claro hombre, que sabrás tu más de “él” que yo. Y zas en vez de a Jeanette en mi cabeza empieza a sonar la banda sonora de la lista de schindler. Todo perdido…

Y yo, que ya no sé ni que decir, ni que hacer... le ofrezco mis servicios bocales para satisfacerla... pero no cuela. Ella se siente no deseada. Yo ya no digo eso de “es la primera vez que me pasa” porque he aprendido que esa frase no solo no arregla nada sino que significa que le estás soltando a la cara a la tía que es la única mujer de tu currículum que no te la empina.

Joder... eso destroza a la chica. Y yo amo a las mujeres.

Por eso inventé otra frase.

Yo les digo... sentado en la cama con la cabeza entre las manos. En plan escultura griega:
                -       Perdona, es que dudo de mi sexualidad.

             -       Pero y ¿por qué me has seducido? ¿por qué me has traído hasta aquí?

Y yo me pregunto: ¿Yo? ¿yo te he traído hasta la cama?

Por lo que, dada mi actitud de hombre positivo, en lugar de lamentarme de mi mala pata, me he visto obligado a contribuir a la sabiduría popular extrayendo de todo esto una teoría irreplicable:

“No es cierto que la política haga extraños compañeros de cama. Lo que sucede es que la política pone cachondas a las mujeres”

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