Vivía en sábado de lunes a viernes.
El domingo trabajaba
recitando poesía comunista
a las puertas de la iglesia.
Lo hacía en valenciano con su acento ruso
y de vez en cuando
salpicaba a los feligreses
con su tetrabrik de vino vacío.
Lo cosieron a puñaladas
con una Singer la tarde de Navidad.
Algunos acusaron al párroco del crimen.
Otros a Santa Claus.
Y eso que él dejó tejido con su sangre
que no había puntada sin hilo
ni sastre sin razones para odiar
a las mujeres.
Dicen que no le asustaba
acabar bordado contra un bastidor.
Y que escogió ese día para morir
porque no abrían los grandes almacenes.
La policía todavía no ha encontrado el cadáver.
Por lo visto el cambio climático
obliga a retrasar las jubilaciones
y él quería morir joven.
Será cosa de costuras…
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