miércoles, 30 de junio de 2021

me llaman...


                         La tierra prometida existe.

Ella la pisa cada día.

Me envía cartas para recordarme

que mi falta de fe

me impedirá tocarla.

Que me tendré que conformar 

con verla en la cama desde la puerta. 


Supongo que es un precio justo.

Nunca he valorado una promesa.

Me saben igual que el agua.

y del agua no se recuerda el trago.

Será que nada que sea necesario

es capaz de horadar la memoria.


Ella dice no estar preocupada.

A fin de cuentas sabe lo que sufro

con cada golpe de suerte y que

las miradas que no se conforman

son las miradas del infeliz.


Lo saben las religiones.

¿De qué otra manera convencerían?

—me pregunta desde la cama.


Entiendo que solo le gusto por eso.

Porque nunca llego

y es obligado un buen horizonte

si a uno le gusta galopar. 

A ella le gusta mucho.


Vete tú a saber si será esa la razón

de que no se conforme con un solo jinete.  


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