Se comía a los niños cerca de las ESCUELAS
Lo llamaban "Tigretón"
Ese era el nombre que más le gustaba
desde que lo desterraron de los cuentos infantiles.
Le habían jodido, sí... y bastante...
Los cuentos sí que lo conocían a fondo.
El lobo, el hombre del saco, la bruja…
¡esos eran nombres!
hasta que la psicología lo llamó “enfermo”.
¿Enfermo?
¿De qué?
¿Es que no tenía derecho a comer lo que le diera la gana?
Si los niños tenían derecho a ser niños
¿por qué no iba él a tenerlo para comérselos?
Pronto comprendió que la suerte estaba de su parte
y silenció sus quejas.
Las víctimas aceptaron la definición.
La definición acorraló a la justicia.
La justicia no supo desobedecer a la política
y la política, cobarde y astuta,
se relamió.
Después…
después… audiencias de mierda,
víctimas televisadas
y más indignación de paso que recursos
con contrato indefinido.
Si la naturaleza entendiera de derechos
no habría más asesino que la vejez
—escuché una vez decir a un tigre.
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