martes, 26 de febrero de 2019

leyendo lo entendí.





Tenía cara de conejo y lengua de culebra.

Presumía de saber más de los demás
que lo que los demás hubieran deseado que se supiera.
De entre todas las mujeres nació sin culpa
y terminó su gramo semanal
debajo de la mesa de los jefas/es/is/os/us.

(la miseria no entiende de géneros
a pesar de que los géneros sí entienden de miseria)

Buscaba la tierra prometida
aún cuando encontrarla desencadenara
la guerra entre los pacíficos.
La llamaban "la que nunca estuvo allí".
Y algunos dijeron
que la vieron no llegar incluso antes
de haber parecido que estaba en alguna parte.

No era víctima del sistema.
Era pieza.
De un sistema estulto, sí.
Pero del S.I.S.T.E.M.A.

Enfermizo, oligárquico...
de apariencia e intenciones neutras.
Cizañero incluso con sus mejores creaciones.
En definitiva:
otro sistema.

Termita para sus Pinochos.
Perejil para sus partos.
Olor a tubería en la sección de bisutería
de los grandes, de los grandísimos almacenes.

Nadie la hubiera guardado en su desván.

Nadie guarda la basura sobre el techo de su casa.
Nadie en su sano juicio.
Pero el «juicio» se perdió cuando los hijos de nuestros padres
se licenciaron en paternidad y Telecinco llegó a nuestros hogares.

No es que todo esté perdido.
Es que ella nos ha encontrado.
No la persigas.
Ganará.

«Porque es más fácil enseñar a la gente
 a ser estúpida que a ser inteligente»
(Nancy Huston  en Marcas de Nacimiento).




No hay comentarios:

Publicar un comentario