(Poema inspirado tras ver un video de Tom Waits... y por supuesto su música)
Fotografía: Alfonso Muñoz |
Me lo dejó claro.
Tenía derecho a construir su casa
justo donde estaba la mía.
A fin de cuentas el paisaje no era de nadie
y la tierra la habían pisado
cientos de pies descalzos
antes de que yo pusiera mis botas viejas
sobre aquel suelo.
Reflexioné.
Todos deberíamos hacerlo.
¿Era su necesidad o su capricho?
¿Podía yo reconocer la diferencia?
¿Me estaba expulsando o era hora de que me fuera?
Le pedí tiempo.
A menudo los segundos aburren a nuestro ego
y nos convierten en otro idiota algo más experimentado,
en gente de paso.
Pero no quería dármelo.
Él había llegado hasta allí para quedarse.
O me iba ya o soplaría y soplaría
hasta derribar las paredes de mi casa.
Reflexioné.
Todos deberíamos hacerlo.
¿Me estaba amenazando o tenía miedo?
¿Estaba capacitado yo para diferenciarlo?
¿Me estaba animando a evolucionar
o solo quería darme por culo para demostrarse algo?
Entré en mi casa y hablé con mi esposa.
«El recién llegado quiere esta casa»
«¿Y?» —me preguntó ella.
«Que estoy confuso. ¿Hemos de dejársela?»
«Eso depende... ¿tenemos otra para nuestras crías?»
La verdad es que no la teníamos.
Como no la tuvimos antes de que pariera.
Pero claro... era distinto...
antes cualquier sombra era un techo
y cualquier techo un hogar.
Después del parto... sobre cualquier otra cosa:
sus hijos.
Reflexioné.
Todos deberíamos hacerlo.
¿Cogía la escopeta y acababa con el desconocido
o le preguntaba por sus cachorros?
¿Y si no los tenía?
¿Necesitaba mi casa para tenerlos
o es que los mosquitos le molestaban al dormir al aire libre?
Regresé con él y le disparé directo al corazón
trece tiros (uno por cada apóstol).
No tuvo tiempo de reaccionar.
Cayó sobre su propio charco de sangre.
Mi esposa comenzó a rezar al dios
que su abuela le regaló para la pared del dormitorio
y yo a cavar una tumba digna para el intruso.
A cada palada escuchaba un grito de la arena.
«Has hecho lo correcto» —vitoreaban unas.
«Maldito cabrón... nos has condenado» —se quejaban otras.
«A ver qué pasa mañana...». Callaban las que más me jodían.
Acabada la fosa,
y ya de noche, una última susurró:
«Eres tan distinto a todos que has hecho lo que hubiera hecho cualquiera»
Reflexioné...
Querido lector (si es que existes) el último verso de este poema lo escoges tú de entre estos dos:
1. Todos deberíamos hacerlo.
2. Ojalá lo hubiera hecho él también.
Suerte ;)
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