domingo, 20 de noviembre de 2022

Su refugio

 





 Me hablaba desde su refugio.

A mí no me gustaba explorar.

De pequeño me perdí en una cueva

y hasta que no me rescataron

no logré sacarme las hormigas del calcetín.

De vez en cuando me hacía un guiño:

que la lluvia salpicaba como los besos primerizos

—me explicaba.


Y cuando agostado buscaba sus labios

pisaba un charco con sus sandalias

y me ensuciaba mis pantalones.

«Así tu madre y tú

tendréis algo de lo que hablar»

—se burlaba de mí echando de menos todo.


Nunca dijo una mentira.

Jamás acertó con una de mis verdades.

Se escondía igual que la humildad

y brillaba como la soberbia adolescente.

La quise tanto como se dejó.


De vez en cuando me escribe.

Me considero un hombre afortunado.

Sus palabras son como los telegramas.

Cada uno de sus mensajes tiene un precio

y a mí no me importa el dinero.






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