Abriste la boca sin decir nada.
Me di por invitado.
La fiesta duró lo que tu silencio
tardó en fabricar un microscopio.
La sala se llenó hasta rebosar.
Cada cual traía, a parte de su pareja,
varios amantes muertos,
otros recién nacidos
y algunos olvidados.
Te pregunté por mi estado.
Embarazado, estás embarazado
—fue tu respuesta.
¿De qué? —me pregunté
mientras te alejabas.
¿De qué va a ser?
—me respondió el camarero sirviéndome
otro vodka con tónica —,
de otra jodida resaca.
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