martes, 15 de diciembre de 2020

Mi niñez.





Nada sabe a victoria

cuando los jueces están vendidos.

Tires como tires los dados,

si suman más que el poderoso,

te tocará vender aspiradoras.


No habría nada malo en ello

si las aspiradoras funcionaran. 


Resignarse y aceptar no es lo mismo.

Lo dicen los que cobran por decir cosas

mientras te sanea el páncreas

un cirujano al que le encajaste 

una de tus aspiradoras y te perdonó.


Hay vocaciones, vacas e hijos de puta.

No los diferenciaras por el color de nada

aunque sí por sus sexos, religiones y la dureza de su piel.

Por alguna razón según lo que NO comas eres mejor o peor.

Por alguna razón dicen que a los dioses les preocupa tu dieta

y a los hijos de puta que compartas mesa en sus restaurantes.


A ella le preocupaban otras cosas.

No me di cuenta.

No fue buena maestra.

No puede serlo alguien que entienda de que va todo esto.

«Pasa» me dijo

«No quiero tu aspiradora 

pero te daré algo que nadie puede comprar»


¿Qué me dio?

La misma razón para quedarme que para irme.


«Llegar e irse tienen un denominador común —me advirtió:

solo afectan a los demás. El resto… aspiradoras…»


Desde aquel día ni soy ni estoy.

Como, bebo, pienso y siento. 

No hay aduanas que frenen mi seat 850.

Mi niñez supera cualquier límite de velocidad.

                                                                   

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