Mi mayor problema es tu próximo beso
y que se confirme que las matemáticas son exactas.
A mi mejor profesor de álgebra
lo dejaron plantado
en la puerta de la farmacia de Las Cuatro Esquinas.
Por fin se había atrevido a comprar los condones.
El dice que no tuvo suerte,
yo le consuelo y le digo que al menos en un 50%.
Aprendió dos cosas.
Lo que va a pasar no pasa
si lo que sea que decide lo que pasa
hace que pase otra cosa.
y que...
dos y dos solo son cuatro
si hay alguien que sepa contar hasta diez.
Tengo otros miedos.
Que se acabe la cerveza en la playa,
que me pregunten después del coito
cual es la razón de mi vida,
que la humanidad provenga del huevo de Colón
y que de entre todas las mujeres,
tú, te consideres la menos afortunada.
Los tengo porque mis ángeles anunciadores no son elocuentes.
Pasan demasiadas horas en el gimnasio
y creen que yo, su dios, no entiendo de camas ni espejos.
Los desterraría al infierno
pero la parcela la ocupé alquilándola
al primer hombre y a la primera mujer.
No en ese orden necesariamente.
No necesariamente a una mujer y a un hombre.
Queda una eternidad para que cumpla el alquiler,
así que hay que joderse.
Todo esto te lo explico para que me perdones.
De tan perfecto me hice amigo de la vanidad.
De tanta vanidad dejé de ser perenne.
Y ahora ocupo la primera linea
de las ofertas del supermercado.
Solo conservo intacto mi amor por ti.
Eso sí, gracias a la sal en la que me curas.
Confío en que tu paladar no sea exigente
y que prefieras el mar al licor de almendras.
Nada vale tanto como tú
incluso a pesar de mí.
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