Ninguna se atrevió a bendecirme.
«Pareces buen tipo... pero seguro que escondes algo»
En realidad ni yo mismo sabía que responderles.
Los mejores cantautores habían sido unos canallas.
Por fin los periodistas habían hecho un trabajo digno
y los habían descubierto.
Al menos en algo estaba de acuerdo la humanidad.
La coliflor cocinada olía mejor que un humano muerto.
Y no tardó en surgir un movimiento para dejarlo claro.
Lo peor fue convencer a los escépticos.
No hay experimento creíble sin cobayas sacrificadas.
Yo era un privilegiado.
Tenía a un Dios que llevaba con nosotros
más tiempo que el Sol
y que en contra de lo que algunos creen
no se dejaba ver por su creación ni en foto.
Normal por otra parte...
Panda de hijos de puta estamos hechos...
Así que le recé para que me explicara de qué va todo esto.
Había leído sobre el asunto
pero uno ya no sabe si al árbol bajo el que se cobija
le han hecho la corbata los que te prefieren lejos de la sombra.
No tardó en responderme:
Por alguna razón me tenía por uno de sus preferidos.
Solo Lucifer, mi novia del instituto y yo
cumplíamos los requisitos para gustarle.
«Esto va de lo que va... —me aclaró —»
«Amen» dije yo.
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