Tengo suerte.
La vida me cuida.
Las farolas se encienden
en las calles oscuras
y sus chulos me recomiendan
a sus mejores chicas.
«¡Eh tío! —me dicen —
tienes cara de que nadie te cuida.
¿Qué tal un buen polvo
a cambio solo de dinero?»
Demasiado caro —me digo.
El dinero es lo que más me cuesta conseguir.
Aún así me dejan ir sin problemas.
La mayoría me reconocen
como el tipo que no sabe meterse en líos
sino que los provoca.
Seguramente hablaron con mi madre
después de mi primer examen de religión.
No era mucho de creer en Dios.
¿Cómo serlo si él mismo me ayudó
a ser el único espermatozoide que
no se rindió en aquel polvo?
Tierra de gusanos.
Todos terminaremos
siendo mariposas
en las pinzas de alguna mantis.
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