Creí tener suerte.
La virgen se me apareció
en una curva.
La recogí.
Era de noche
pero yo no tengo miedo
mas que por el día.
Me dijo que era cuestión
de carreteras y conductores
que me estrellara
y que no debía preocuparme
si al final del despeñadero
no me esperaba nada ni nadie.
En un descuido la llamé «mama»
y no tardé en darme cuenta
de que su aliento
olía a tumba.
Apagué los faros y seguí conduciendo.
Otros dicen que me estrellé.
Sigo pensando que hice algo bueno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario