A mi cerebro le han puesto una camisa de fuerza
y no deja de mirar a través de los barrotes.
Dispara a las sombras de los pájaros
que se mueven por el suelo cuando hace sol
y cuenta las gotas de lluvia
que caen de los grises del cielo.
Su celda lleva tiempo sin centinela
(dicen que se marchó con la exnovia
de su hijo y que ya no se hablan…
la exnovia y él… no el hijo y el padre)
El hijo pasa de todo menos de mi cerebro.
Hoy, sin ir más lejos, le ha traído comida
y aunque mi cerebro la ha rechazado
él se ha quedado a su lado
hasta que le ha entrado sueño
y se ha ido a dormir con la exnovia de su padre.
A mí todo esto me da pena.
Ningún hijo debería ocuparse de las tareas inacabadas.
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