Rezó borracho antes de caer dormido
y los ángeles lo visitaron para sujetarle la cabeza.
Que Dios estaba algo confundido
sobre lo que estaba bien y estaba mal
—le explicaron aguantando las arcadas
por el olor de su vómito.
Despertó limpio y sin resaca
al lado de la mujer más bella del corral.
Entre mierdas y rejas decidieron
que la mejor idea para ser felices
era adoptar un perro.
Lo llamaron “Satán”.
Con ese nombre nunca estropearía
ningún cumpleaños —pensaron.
Luego diluvió y los periódicos
no los tuvieron en cuenta.
Que era cosa de todos
pero sobre todo de los demás
—titulaban en portada.
Ella y él se volvieron ellos
y un poco más tarde él fue más otro
y ella escogió la lectura de Antonio Gala.
Tuvieron suerte.
Dios llegó a una conclusión.
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