Rogué al cielo respuestas
y me rompí el tobillo en un bordillo.
Me acordé de sus pies
y fantaseé con tener suficiente dinero
para comprar lo que se me antojara.
Fue más tarde cuando la conocí de verdad.
Su precio rondaba mi salario de seis meses
y una de esas separaciones que desconciertan.
Amén —escuché afirmar al cura.
¡Venga ya! —exclamé repasando el catecismo.
El sacristán me regaló un libro de historia
y una frase amable que me invitaba
a no pisar más su iglesia.
Cientos de años más tarde lo entendí todo.
El mar impresiona porque
nadie quiere morir ahogado.
Amén —me susurró una ola
mientras ella se descalzaba en la playa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario