domingo, 3 de mayo de 2020

Nada va a cambiar por una amenaza de muerte.





Ningún virus va a venir 
a educarte ni a ti ni a mí.
Puede darnos miedo.
El mismo miedo que el cine de terror
que no nos impide ir a por palomitas
aunque la sala esté a oscuras. 

Puede que a tu madre le preocupe
la suerte de sus nietos,
o puede que te mienta 
mientras se lamenta
del polvo al que renunció 
para criarte sin putear a tu padre. 

Nada va a cambiar por una amenaza de muerte.
Hay quien ha escupido a su verdugo
cuando le ponían la soga.

Claro, que nosotros no lo haríamos.
Pagamos los impuestos
y la mierda de las calles
la tira el vecino de al lado.

Lo de aquella ocasión
fue una excepción en nuestros hábitos. 

De todas formas no seré yo el aguafiestas.

La próxima vez que salga a la calle
plantaré un árbol y derribaré un avión.

Lo de leerme un libro y tener un hijo
lo dejo para los que acabaron la universidad
o no supieron usar el condón.

(Con todo mi respeto a lo que sea que se descorona
descojona de nosotros allá donde esté).



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