domingo, 24 de agosto de 2014

un segundo cada mil años

Fotografía: Sonia Hidalgo



Te echo de menos, pero no te llamo.
Hacerlo no me convierte en un tipo duro
que mira con furia a tus ojos en un duelo
a sangre fría.

Me hace sentirme solo y desorientado.
Convencerme,
a cada segundo de los malditos relojes,
de que he caído en tu red y no paro de moverme.
De que enredo cada vez más
mis patas en tu tela de distancia.

Busco en la nevera un escape a mi desazón.
Y la cerveza dibuja con su espuma
nuestra última pelea de cuerpos.

Mierda de imaginación. Mierda de recuerdos.
Mierda de memoria. Mierda de corazón.

Te tengo y siento no acabar nada.
Todo queda pendiente.
La próxima vez será mejor, me digo.
Y llega el momento y vuelvo
a amontonar palabras, gestos y planes.
Y en ese desorden, me desespero por encontrar el beso
que te confunda y te haga bajar la guardia.

Pero tú sabes de besos más que yo.
No es fácil engañarte.
Has aprendido a reírte de los don Juanes,
de los Benedetti y de los Marlon Brando.

Me desnudas y debilitas cuando quieres
y pones vendajes provisionales
en las heridas que me hago cuando
me arrojo contra tu afilada experiencia.

Ganar, gano.
Si es que es una victoria perderte todos los días
después de haberte tenido un segundo
cada mil años.

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